martes, 10 de agosto de 2010

LA EXPERIENCIA DE UN CIRUJANO ORTOPEDISTA EN ÁFRICA

Presentación del libro NAZARA

de Jorge Luis Santodomingo se realizará el jueves 12 de agosto de 2010 a las 19 hs. en La Casa de Pepino(Fructuoso Rivera esq. Belgrano - Córdoba)

La presentación estará a cargo del P. Ignacio García Mata SJ

EL LIBRO

La visión del mundo sobre África es la de un continente que guarda muchos misterios. Es conocida tanto por sus fascinantes paisajes habitados por una flora y fauna cautivantes, como por la difícil situación económica y política en la que está inmersa.

El doctor Jorge Luis Santodomingo, cirujano ortopédico, con una vasta carrera de constante capacitación y formación en el exterior, cuenta en Nazara sus experiencias vividas en África desde 2003 al 2008 como médico misional para tratar a pacientes con traumas óseos. El contexto en el que se desarrollan los hechos es el de la pobreza y la miseria, el del fraude político y las luchas étnicas; pero justamente, en medio de un cuadro devastador y desolador, sobresale el espíritu humanitario de una serie de colaboradores formado por médicos, religiosos, misioneros y fundaciones que trabajan solidariamente para mejorar la calidad de vida de aquellos que no tienen oportunidades de acceder a un servicio de salud gratuito o de costo mínimo. Estas personas, como el doctor Santodomingo, dejan atrás sus familias, sus afectos, sus hogares, sus patrias; abandonan todo para hacer una diferencia en lugares remotos que, a primera vista, parecieran olvidados por Dios. Pero todo lo contrario, cada día narrado en el diario del doctor muestra la manera misteriosa en que obra el Señor.

A los ojos de Jorge Santodomingo, África constituye un oxímoron, donde menos hay, más se da; la pobreza no es motivo para olvidar la generosidad y, menos aún, el profundo agradecimiento. Este diario de viaje retrata las diferentes culturas en África, su población con sus tribus, las costumbres que son tan distintas a las de América, como así también las situaciones económicas que no sólo se viven en el país, sino también afecta a las fundaciones y a las entidades que ayudan a hacer de los países africanos naciones más avanzadas y con mejor calidad de vida para sus habitantes.

EL AUTOR

Jorge Luis Santodomingo nació el el 3 de marzo de 1952 en Villa Nueva, provincia de Córdoba, Argentina. Contrajo matrimonio con Antonia Alicia Gallardo, en Cruz del Eje.

Es padre de Maria Laura, Luis Antonio y María Lourdes.

Médico cirujano recibido en la Universidad Nacional de Córdoba; fue residente del Instituto Dupuytren en Buenos Aires; doctor en medicina de la Universidad Católica de Córdoba y cirujano ortopedista. Es miembro titular de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología y asistente extranjero a la Universidad de París.

Realizó becas en Francia, Alemania e Israel.

Al momento de partir junto a su esposa e hijos a África en enero del 2003, era presidente de Comunidad de Vida Cristiana, una organización de laicos de más de 400 años, ligada a la Compañía de Jesús.

Visitaron en Malawi y en Nigeria los centros del proyecto misional de CBM (Christian Blind Mission-Alemania) del cual fuera luego el jefe del servicio de Cirugía Ortopédica en el Bawku Presbyterian Hospital, U.E.R, de Ghana en África Occidental.


Ediciones del Boulevard
de Compañía de Libros S.R.L.
Rosario de Santa Fe 535
Bº Centro X5000ACK
Córdoba - Argentina
Tel. (54) (351) 425 8687
www.delboulevard.com.ar
mariacecilia@delboulevard.com.ar

lunes, 9 de agosto de 2010

El Opus Dei entre novelas de misterio

Josefina Caprile vive en Argentina, es viuda y madre de ocho hijos. Entre el ajetreo de la vida familiar, se las arregla para escribir, con una idea fundamental: los libros tienen que ser entretenidos, si no ¿quién los va a leer?

San Josemaría nos enseñó a tener doctrina de teólogos y piedad de niños. Sus palabras, fielmente traducidas en su vida, me animaron a difundir un mensaje cristiano por los distintos rincones de la tierra.

Pero… ¿cómo trasmitir las verdades de la fe a muchas personas, y, al mismo tiempo, quedarme en casa con mi familia? Tengo ocho hijos.

La respuesta fue viniendo de a poco. Siendo mis primeros hijos bebés, mientras ellos dormían la siesta, escribí el primer libro: “Hablo a mis hijos de Dios”. Después, al entretenido ritmo de una familia numerosa, fui publicando otros títulos más.

Escribir libros es una tarea sumamente flexible. No hace falta cumplir con un horario estricto. Armoniza con reuniones en el colegio de los hijos, visitar a los parientes y amigas y poder estar en casa en los horarios convenientes. Tampoco se necesita oficina. Apenas se requiere una computadora sencilla para la fase final. Llevo un cuaderno en la cartera y, cuando viajo en el tren, en la sala de espera de un médico o, en el silencio de la biblioteca popular, mientras mis hijos están en el colegio, en la facultad o en el trabajo, voy dando forma literaria al escrito que tengo entre manos.



Últimamente, he optado por escribir novelas para niños en las que el misterio y la aventura tienen como telón de fondo un escenario cristiano: sus personajes rezan, van a misa el domingo, se esfuerzan por vivir las virtudes humanas y por hacer un uso adecuado de la tecnología que nos deslumbra: TV, internet, etc.

A su vez, procuro que las novelas sean lo más entretenidas posible. Si no, ¿quién las leerá? De este modo puedo llegar lejos.

A veces, cuesta escribir. Cuesta que estos mensajes trascendentes se entremezclen en una trama bien, pero bien divertida. Pero el legado del fundador del Opus Dei, que consideraba el dar doctrina como una pasión dominante, es la luz y el motor para que, entre las páginas de una novela de misterio pueda saborearse de un modo natural y atractivo el mensaje de la fe.

artículo tomado de opusdei.es

sábado, 7 de agosto de 2010

Aprendiendo a vivir

feliz“Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque no terminarán nunca de divertirse.
Dichosos los que saben distinguir una montaña de una piedra, porque se evitarán muchos inconvenientes.
Dichosos los que saben detenerse para descansar y dormir sin buscarse excusas: llegarán a ser sabios.
Dichosos los que saben escuchar y callar: aprenderán cosas nuevas.
Dichosos los que son suficientemente inteligentes como para no creerse sabios: serán apreciados por los demas.
Dichosos los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables: serán fuente de alegría.
Dichosos ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegarán lejos en esta vida.
Dichosos ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de bendición.
Dichosos ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las apariencias: serán tomados por ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.
Dichosos los que piensan antes de actuar, y oran antes de pensar: evitarán muchas tonterías.
Dichosos todos nosotros cuando sepamos reconocer y amar al Señor Jesús en la cruz, la santa Eucaristía, en todo y todos: habremos logrado la verdadera gracia y sabiduría.”
Fuente: Anecdonet

viernes, 6 de agosto de 2010

Carta del Prelado del Opus Dei (agosto 2010)

El año mariano que recorre el Opus Dei y las fiestas dedicadas a la Virgen son una ocasión para hablar de la Madre de Dios en la carta que Mons. Echevarría dirige este mes a los fieles de la Obra.
04 de agosto de 2010
PDF: Carta del Prelado (agosto 2010)

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Os escribo al regreso del viaje que he realizado a algunos países de América del Sur. En Ecuador, Perú y Brasil, además de tener la alegría de reunirme con un buen número de hermanas y hermanos vuestros, y con muchas otras personas, he rezado ante diversas advocaciones de la Virgen. Apoyándome en cada una y en cada uno, he tratado de revivir la piedad con que San Josemaría rezaba ante las imágenes de la Santísima Virgen, y he agradecido a nuestra Madre su constante oración por la Iglesia y por la Obra, pidiéndole que nos siga bendiciendo abundantemente. Sí, he contado con vuestra oración mariana, porque llevo muy grabada en el alma una exclamación de nuestro Padre, en el Santuario de Aparecida, que luego repitió en São Paulo: «le he dicho a la Virgen que quería rezar con mucha fe». Antes, primero en Ecuador, he considerado la estupenda lección de San Josemaría, pues le afectó el mal de altura, el “soroche”, y tuvo que reducir casi completamente su actividad de catequesis, mientras seguía creciendo en su vida personal la devoción a San José y la infancia espiritual: allí estuvo “activamente inactivo” quince días. En Perú, han pasado por mi mente muchísimos recuerdos; entre otros, su alegría inmensa al ver representada una escena que llevaba muy metida en el corazón: la Virgen y San José en adoración a Jesucristo escondido en el Sagrario: ¡con qué cariño se detuvo ante el altar!
Intensifiquemos nuestras muestras de amor a la Virgen, en los meses que aún nos restan para la conclusión de este año mariano. Precisamente el próximo día 15, solemnidad de la Asunción, comenzaremos a recorrer la segunda parte. Procuremos hacerlo con un renovado espíritu filial, al compás de la vida mariana de San Josemaría. «Si en algo quiero que me imitéis —nos dijo innumerables veces—, es en el amor que tengo a la Virgen». Y, en otras ocasiones, nos señalaba: «imitad a Jesucristo, que es el Modelo de todo, también en el amor a su Madre»[1].
El hecho de llegar a la mitad de los meses del tiempo que, con motivo del 80º aniversario del comienzo de la labor de la Obra entre las mujeres, hemos puesto en manos de la Virgen, nos ofrece la oportunidad de hacer un balance de las semanas transcurridas, para impulsarnos a proseguir la andadura a buen ritmo. Especialmente «en las fiestas de Nuestra Señora no escatimemos las muestras de cariño; levantemos con más frecuencia el corazón pidiéndole lo que necesitemos, agradeciéndole su solicitud maternal y constante, encomendándole las personas que estimamos. Pero, si pretendemos comportarnos como hijos, todos los días serán ocasión propicia de amor a María, como lo son todos los días para los que se quieren de verdad»[2].
La solemnidad del día 15 nos invita a poner en práctica con esmero este consejo de nuestro Padre. La grandiosa elección que de Ella hizo Dios desde la eternidad, para que fuera Madre del Verbo encarnado, llega a su culmen cuando es recibida gloriosamente, en cuerpo y alma, en el Cielo. La Asunción de María, que cierra la parábola iniciada con su Inmaculada Concepción, nos incita vivamente a fijarnos con mayor detenimiento en nuestra Madre, a meditar con mayor hondura cómo recorrió Ella su peregrinación diaria en este mundo, hasta llegar a la morada celestial.
En el evangelio de la Misa de esa fiesta, la Iglesia nos propone el pasaje de la Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel. Los Padres y los escritores eclesiásticos han comentado siempre ese episodio como una imagen gráfica de lo que caracterizó la entera existencia de Santa María, definida por su obediencia pronta y alegre a lo que el Señor le indicaba. Desde el fiat que pronunció en la Anunciación hasta ese otro fiat, manifestado sin palabras, al pie de la Cruz, toda la vida de María se resume en una fidelidad completa, sin fisuras de ningún tipo, a la Voluntad amabilísima de Dios.
San Lucas, el evangelista que más nos ha hablado de María, relata con detalle esa visita de la Virgen a Santa Isabel: una escena bien impresa en nuestra memoria —como tantas otras del Evangelio—, porque cada día la contemplamos al meditar los misterios del Rosario. Volvamos a saborearla ahora.
Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: “Bendita Tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada Tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor”[3].
A estas palabras de Isabel, la Virgen, inspirada también por el Espíritu Santo, respondió con ese canto de agradecimiento y de alegría incontenible: el Magnificat. No nos podemos detener en todas sus riquezas; sólo deseo resaltar algunos detalles de esta escena, sobre la que San Josemaría meditó profundamente.
San Gabriel comunicó a María que Isabel esperaba un hijo, como prueba de la omnipotencia de Dios; no le pidió, ni sugirió, que fuera a visitarla. Sin embargo, la Virgen piensa que su prima necesita de su auxilio y descubre también en eso una voluntad de Dios. Inmediatamente se dirigió al pueblecito donde residía su anciana prima. Llama la atención ese cum festinatione, con prisa, que San Lucas subraya oportunamente. El motivo salta a la vista, como explicó ya San Ambrosio: «La gracia del Espíritu Santo no admite lentitud»[4]. El Santo Padre Benedicto XVI, siguiendo a ese Doctor de la Iglesia, comenta que «el evangelista, al decir esto, quiere destacar que para María, seguir su vocación, dócil al Espíritu de Dios, que ha realizado en Ella la Encarnación del Verbo, significa recorrer una nueva senda y emprender enseguida un camino fuera de su casa, dejándose conducir solamente por Dios»[5].
El Evangelio nos ofrece la primera lección que aprendemos de nuestra Madre, constante en su conducta: cuando el amor de Dios se nos manifiesta al alma, el deber nuestro que de ahí deriva se concreta en corresponder a su gracia con urgencia, con generosidad plena a esas inspiraciones divinas, sin entretenerse en lo que pudiera significar un retraso o una tardanza. Cuando Dios pasa a nuestro lado —y a todos nos ha llamado y nos llama por nuestro nombre, para que le sigamos muy de cerca—, hay que dejar de lado todo lo que pudiera dificultar ese ir tras de Él, con Él. La existencia entera ha de estar rubricada por esa sagrada prisaque —como afirma el Papa— se requiere en quien sabe «que Dios es siempre la prioridad y ninguna otra cosa debe crear prisa en nuestra existencia»[6].
Recuerdo algunos sucedidos de la vida de nuestro Padre, que nos ilustran cómo nuestro Fundador alimentaba sus prisas para amar más y más a Dios y a la Virgen.
Desde los primeros años de la Obra, a medida que iba prendiendo con mayor fuerza en su alma el cariño a nuestra Madre, sus biógrafos relatan cómo se esmeraba en saludar a Santa María en las imágenes que encontraba en sus recorridos por las calles de Madrid. En una ocasión, anotó en sus apuntes personales el siguiente suceso: «esta mañana volví sobre mis pasos, hecho un chiquitín, para saludar a la Señora, en su imagen de la calle de Atocha, en lo alto de la casa que allí tiene la Congregación de S. Felipe. Me había olvidado de saludarla: ¿qué niño pierde la ocasión de decir a su Madre que la quiere? Señora, que nunca sea yo un ex-niño»[7].
Hacia el final de su vida, cuando ya se encontraba más débil, pasaba un día delante de un relieve de la Virgen sosteniendo al Niño, en Villa Tevere. Quiso besar a la imagen y, como delante había un banco, no resultaba fácil. Se empeñó en cumplir ese gesto. Luego nos invitó a pensar: aunque esto sea una nadería —se refería al esfuerzo que había debido realizar—, vamos a preguntarnos qué manifestaciones de cariño ponemos, con denuedo, para corresponder al amor de Dios y de la Santísima Virgen, ante la gran manifestación de amor que se encierra en la Encarnación. Os traslado la pregunta. ¿Qué esfuerzo concreto estamos decididos a poner en los meses que faltan del año mariano, para corresponder a la predilección que el Señor y su Santísima Madre nos demuestran constantemente? ¿Queremos quererla —no es una redundancia— más? ¿La buscamos con el afán de que nos lleve a su Hijo?
Repasemos un segundo detalle de la escena de la Visitación. Cuando María exclama su Magnificat de alabanza a Dios, la primera consideración que sale después de su boca —como antes, en la Anunciación— es el reconocimiento de su humildad, en el sentido de proclamar su nada delante de Dios; un reconocimiento que es parte esencial de esta virtud.«¡Qué grande es el valor de la humildad! —“Quia respexit humilitatem...”Por encima de la fe, de la caridad, de la pureza inmaculada, reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías: “Porque vio mi humildad, he aquí que, por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones”»[8].
Señalaba San Agustín que «la morada de la caridad es la humildad»[9]. Sólo sobre una base de profunda humildad se abona el terreno para que crezca una caridad sincera. La extraordinaria humildad de la Virgen, que en todo momento quiso que Dios obrara en su alma, sin apropiarse méritos de ninguna clase, alcanzó que el Señor se inclinase hacia Ella cada vez con más amor, conduciéndola de plenitud en plenitud hasta recibirla en la gloria.
Hijas e hijos míos, aprendamos de esta Madre buena a comportarnos de igual modo en las más diversas circunstancias. Hasta el último momento, tendremos que luchar contra los enemigos de nuestra santificación; especialmente contra el amor propio, que define el principal obstáculo que se opone a nuestra unión con Dios. Pero escuchemos de nuevo a San Josemaría. En una ocasión, respondiendo a quien le preguntaba cómo luchar en este punto de la vida espiritual, insistía: «es bueno que tengas deseos de ir contra la soberbia; pero yo, sin ser profeta, te digo que tendrás inclinaciones de soberbia hasta la última hora de tu vida. Pídele al Señor que te haga humilde (...): quia respexit humilitatem ancillæ suæ(Lc 1, 48). Dios Nuestro Señor la miró porque vio la humildad de su Sierva. Por lo tanto, tú procura servir a Nuestro Señor e imitar a la Virgen en la humildad. En el Evangelio, no la encontramos a la hora de los grandes triunfos de su Hijo: la encontramos al pie de la Cruz. Pero también la encontramos ante el primer milagro: lo hace el Señor, porque se lo pide la Virgen Santísima. Pídele el milagro de que te haga humilde a ti y de que me haga humilde a mí»[10].
La meditación de los grandes privilegios de Santa María nos llena ciertamente de pasmo: ¡es tan maravillosa nuestra Madre del Cielo! La contemplamos, en la escena del Apocalipsis, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y coronada de estrellas[11]. Sin embargo, «todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca»[12]. Desde el Cielo, en efecto, nos sigue a cada una, a cada uno, como si fuéramos su único hijo, su única hija, y no cesa en sus desvelos por nosotros, para que un día lleguemos a gozar, en unión con su Hijo y con todos los ángeles y santos, de la eterna bienaventuranza.
Se lo recordaremos una vez más, el próximo 15 de agosto, al renovar la consagración del Opus Dei a su Corazón dulcísimo e inmaculado. Fomentemos ese día la comunión de intenciones con todos los fieles de Prelatura —los que estamos en la tierra y los que ya han rendido su alma a Dios—, y de modo especial con nuestro Padre, bien unidos a la consagración que realizó en Loreto el año 1951 y a la que yo personalmente renovaré, en nombre de todos, en este año mariano. Confiemos nuestras ilusiones y nuestros proyectos a los cuidados de nuestra Madre, que —según una acertada expresión de Santo Tomás de Aquino— es «totius Trinitatis nobilis triclinium»[13], el lugar donde la Trinidad encuentra su reposo; porque —como afirma el Papa en una reciente audiencia— «con motivo de la Encarnación, en ninguna criatura, como en Ella, las tres Personas divinas inhabitan y sienten delicia y alegría por vivir en su alma llena de gracia. Por su intercesión podemos obtener cualquier ayuda»[14].
Se lo volveremos a repetir el 22 de este mismo mes, fiesta de Santa María Reina, y al día siguiente, aniversario de aquella locución divina que dejó en nuestro Padre «sabores de panal y de miel», en momentos en que lo necesitaba especialmente: adeamus cum fiducia ad thronum gloriæ, ut misericordiam consequamur!
Que sea muy intensa nuestra oración por el Santo Padre, por su Augusta Persona —también por su reposo en estos meses—, por sus intenciones, por todos los proyectos que, para bien de las almas, lleva en el corazón.
Y, al compás de todo esto, ayudadme en mis intenciones.
Con todo cariño, os bendice
                                vuestro Padre
                                + Javier

Pamplona, 1 de agosto de 2010

[1] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 12-IV-1974.
[2] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 291.
[3] Lc 1, 39-45.
[4] San Ambrosio, Exposición del Evangelio según San Lucas, II, 19 (PL 15, 1560).
[5] Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad de la Asunción, 15-VIII-2009.
[6] Ibid.
[7] San Josemaría, Apuntes íntimos, n. 446 (3-XII-1931). Cit. en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. I, p. 341.
[8] San Josemaría, Camino, n. 598.
[9] San Agustín, La santa virginidad, 51.
[10] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 21-X-1972.
[11] Cfr. Ap 12, 1.
[12] Benedicto XVI, Discurso en la audiencia general, 2-I-2008.
[13] Santo Tomás de Aquino, Exposición sobre el Avemaría, cap. 1.
[14] Benedicto XVI, Discurso en la audiencia general, 23-VI-2010.

jueves, 5 de agosto de 2010

Artículo de Aceprensa sobre El "Código Da Vinci"

'EL CÓDIGO DA VINCI', UNA NOVELA DE FICCIÓN EN LA QUE SE PONE EN DUDA LA VERDAD DEL CATOLICISMO, SE HA ENCARAMADO A LA LISTA DE LIBROS MÁS VENDIDOS. AUNQUE SE TRATE DE UNA OBRA DE FICCIÓN, RESULTA OFENSIVA PARA EL HONOR DE LA IGLESIA PORQUE JUEGA CON SUS FUNDAMENTOS. SINTETIZAMOS ALGUNAS RESEÑAS APARECIDAS EN DIARIOS DE EEUU Y ESPAÑA.
ACEPRENSA SERVICIO 11/04

Andy Welborn en 'Our Sunday Visitor' (8-VII-2003) advierte que“no es una gran pérdida para el lector” explicar el argumento de la novela. “Un conservador del museo del Louvre es asesinado, pero antes de morir consigue dejar unas pistas y colocarse de forma singularmente significativa. Su nieta Sophie y un investigador americano descubren que el abuelo trataba de dejar un mensaje no sobre su asesino, sino acerca de un gran secreto. (...) El abuelo formaba parte de una antigua sociedad secreta llamada El Priorato de Sión, que durante muchos años se encargó de custodiar ese gran secreto, cuya revelación supondría una amenaza para la concepción presente de la humanidad. Lógicamente, la Iglesia católica se habría esforzado durante estos últimos dos mil años en proteger este secreto”.

“¿En qué consiste el gran secreto? En que Jesús estuvo casado con María Magdalena, quien estaba embarazada cuando Cristo fue crucificado. Los descendientes de aquel niño aún sobreviven y se mantienen de forma anónima protegidos por El Priorato de Sión, que es también el guardián de la verdadera fe en Jesús y María Magdalena, basada en la teoría del sagrado femenino. La novela por tanto consiste en una carrera por encontrar el Santo Grial. Pero en vez de buscar el cáliz de la Última Cena lo que se busca principalmente son los restos de María Magdalena”.

“Sophie y el americano comenzarán una competición en la que la Iglesia es su rival, representada en la figura de un albino, miembro del Opus Dei, que recibe indicaciones de un obispo y de un misterioso Teacher. Correrán detrás de las pistas codificadas que el abuelo de Sophie fue dejando. Es un gran rompecabezas que les llevará desde los Bancos de Zurich a la iglesia del Santo Sepulcro, y de la Abadía de Westminster a las pinturas de Leonardo Da Vinci. La historia de Da Vinci consiste en que parece que plasmó su devoción al Santo Grial Femenino en la representación de la Última Cena, en la cual el personaje de la derecha de Jesús no es San Juan, sino María Magdalena, su compañera”.

“Muy pocas cosas de este entramado son propiamente originales-concluye Andy Welborn-. La mayoría de ellas proceden del fantasioso trabajo Holy Blood, Holy Grail y el resto son remiendos de ridículas y gastadas teorías esotéricas y gnósticas. (...). Y me apuesto lo que quiera a que usted desconocía que la divinidad de Jesucristo fue un invento del emperador Constantino para apuntalar su poder; pues ‘hasta aquel momento de la historia -escribe el propio Dan Brown-, Jesús era visto por sus discípulos como un profeta mortal, un poderoso y un gran hombre, pero un hombre nada más. Un mortal”.

En el 'Chicago Sun Times' (27-IX-2003), Thomas Roeser muestra algunos errores de hecho en que incurre Brown: “Supuestamente, la clave se puede encontrar en el fresco de la Última Cena, en donde, insiste Brown, la figura que está a la derecha de Cristo no es San Juan, sino María Magdalena (no es verdad, explica Bruce Broucher, conservador del Art Institute de Chicago, que ha echado por tierra su teoría)”.

Excéntricas conjeturas
“Las excéntricas conjeturas de Brown -prosigue Roeser- se mezclan con hechos e investigaciones chapuceras: los Juegos Olímpicos de la antigüedad se celebraban en honor de Zeus, y no de Afrodita; los Templarios, que supuestamente son los guardianes del ‘secreto’ de la Magdalena, no construyeron las catedrales de su tiempo, sino que lo hicieron los obispos europeos; las catedrales góticas no tienen ningún simbolismo femenino: la crítica Sandra Miesel se pregunta con asombro: ‘¿Qué parte de la anatomía femenina representan el crucero o las gárgolas de la nave lateral de Chartres?’”.

“El odio al catolicismo impregna todo el libro -indica Roeser-,pero las peores invectivas las recibe el Opus Dei, prelatura personal aprobada por Juan Pablo II. Un ‘monje’ del Opus Dei (asombrosamente, Brown no comprende que esa organización no tiene monjes) es un asesino, que mata para impedir que el ‘secreto’ de la Magdalena salga a la luz pública. Yo no soy del Opus Dei, pero lo conozco y lo admiro, entre otras cosas, por sus escuelas dirigidas a los jóvenes sin oportunidades de Chicago, en donde fui profesor”.

La novela sitúa a Leonardo Da Vinci como uno de los integrantes de la sociedad secreta El Priorato de Sión que esconde sus claves en tres de sus cuadros más conocidos: La Gioconda, la Virgen de las Rocas y La Última Cena. La medievalista Sandra Miesel (New York Daily News, 4-IX-2003), entre otras cosas, ironiza sobre la sustitución de San Juan por María Magdalena: “Esta curiosa faceta no había sido descubierta hasta ahora...”.

Ignorancia histórica
El protagonista del libro menciona la ausencia del cáliz en la pintura de Leonardo como prueba de que Da Vinci nada sabía de lo que estaba involucrado en el Grial. Pero, como bien sigue explicando la historiadora Sandra Miesel, “el fresco está inspirado en un pasaje del Evangelio de San Juan, que no dice ni una palabra sobre la institución de la Sagrada Eucaristía”. Por otra parte resulta ridículo presentar a “un Papa que arroja al Tíber las cenizas de los Templarios que él ha exterminado.... justo en la época en que el papado sufría el destierro de Avignon”.

Desde las páginas del Weekly Standard (22-IX-2003), la escritora Cynthia Grenier afirma sobre El Código Da Vinci que “se puede hablar de una extremista visión feminista” de la fe cristiana y católica. “Llámeme escéptica -escribe-, pero no estoy dispuesta a comprar esta novela. Los rituales que él relata son fruto de una mezcolanza de varios cuentos imaginarios. Si usted alguna vez ha considerado la posibilidad de que el Santo Grial buscado por los caballeros del Rey Arturo es realmente el vientre de la Magdalena, entonces 'El Código Da Vinci' es su novela. Si su imaginación nunca le ha inquietado en este sentido, lo mejor es olvidar la novela. Seguramente a usted se le habrá caído de las manos este libro de 454 páginas cuando su autor le relate su último descubrimiento: bajo la enorme pirámide de cristal del patio del Louvre se hallan los huesos de la mujer de Jesús”.

Y sobre los múltiples errores geográficos e históricos contenidos en el libro, la escritora concluye: “Por favor, alguien debería dar a este hombre y a sus editores unas clases básicas sobre la historia del cristianismo y un mapa”.

Para el crítico español F. Casavella (El País, 17-I-2004), El Código Da Vinci es “el bodrio más grande que este lector ha tenido entre manos desde las novelas de quiosco de los años setenta”. “No es que tienda al grado cero de escritura -explica-. Ni que sea aburrido, prolijo donde no debiera, torpe en las descripciones y en la introducción de datos sobre ese interesantísimo y originalísimo misterio en torno al Santo Grial, Leonardo y el Opus. Tampoco es un problema que repita esos datos en páginas contiguas para que hasta un hipotético ‘lector muy tonto’ llegue a asimilarlos. Ni que escamotee ciertos fundamentos de la trama del modo más grosero hasta que resulten útiles y entonces se les haga aparecer del modo más burdo. Ni importa que las frases sean bobas, y bobas sean también las deducciones de unos protagonistas de quienes se nos comunica, pero no se nos describe su inmensa inteligencia. (...) También se puede pasar por alto que el autor no sea, al fin y al cabo, instruido”.

En fin, concluye Casavella: “Se puede perdonar todo, lo que no se puede perdonar es que esta novela se promocione, y no sólo por los canales publicitarios convencionales, como un producto de cierto valor. Para entendernos, Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo que Ed Wood con el cine. (...) No puedo dejar de felicitar a las editoriales de todo el mundo que en su día rechazaron la publicación de esta infamia y ahora no se arrepienten. Es la demostración de un resto de dignidad, no sólo en el mundo editorial, sino en el sistema mercantil”.

de opusdei.es

miércoles, 4 de agosto de 2010

Historia del Opus Dei. Nuevas investigaciones

El cuarto número de Studia et Documenta (2010) ha salido a la luz en mayo de 2010. Como es habitual, la revista dedica una parte de su contenido a un tema monográfico, que en este caso trata de varias iniciativas promovidas por el Opus Dei en ámbito educativo, en lugares y circunstancias muy diversas. Mercedes Montero aborda los comienzos de la primera residencia de mujeres promovida por san Josemaría: la Residencia Zurbarán de Madrid.
Constantino Ánchel realiza una aproximación, desde el punto de vista de la documentación, a la primera obra de apostolado
corporativo del Opus Dei: la Residencia DYA. Y Ramón Pomar trata de otra realidad que ha tenido una importante repercusión en la historia del Opus Dei, pues ha inspirado muchas iniciativas similares en todo el mundo: el Colegio Gaztelueta.

Tiene también algo de empresa pionera, pero en otro sentido, la que describe José Manuel Cerda en su artículo dedicado a Warrane College, en Sydney. Fue la primera obra apostólica en suelo australiano y se encontró enseguida en el ojo del ciclón de la protesta estudiantil de los años 70. Como escribe Maria Carla Giammarco en la introducción al cuaderno monográfico, «las oleadas de oposición a las iniciativas apostólicas cristianas son un hecho periódico y casi ritual, pero ésta de Sydney, con los asaltos, las barricadas y el lanzamiento de misiles caseros, tiene un atractivo espectacular, un algo de epopeya western».

En la sección de Estudios y notas, se encuentran dos artículos que tratan de la relación entre san Josemaría y personajes relevantes de la historia eclesiástica. El primero, está dedicado a la relación epistolar entre el fundador del Opus Dei y mons. Juan Hervás Benet, impulsor de los Cursillos de Cristiandad; su autora, Francisca Colomer, nos descubre la amistad que unió a dos grandes impulsores de la vida espiritual de los laicos. En otro artículo, Aldo Capucci analiza la relación entre san Josemaría y el beato Ildefonso Schuster, cardenal y arzobispo de Milán, figura eminente de la Iglesia en la Italia contemporánea.


Otros estudios de esta sección que recoge trabajos de miscelánea, nos llevan a dos puntos del globo muy distantes entre sí en el plano cultural: la prestigiosa Universidad de Harvard y la indómita región andina de la Prelatura de Yauyos. De manera muy distinta, pero con el mismo espíritu apostólico, personas del Opus Dei han trabajado para llevar el Evangelio a esos lugares. John A. Gueguen continúa un precedente trabajo, publicado en el primer número de Studia et Documenta, sobre los primeros días del Opus Dei en Cambridge (Estados Unidos), mientras que Esteban Puig escribe sobre la Prelatura de Yauyos –confiada por la Santa Sede al Opus Dei– y su proyección en el desarrollo del clero en Perú.

Unos apuntes biográficos de Francisca R. Quiroga sobre Narcisa (Nisa) González Guzmán, una de las primeras mujeres del Opus Dei, completan esta sección de Estudios y Notas.

Pasando a la sección de Documentación, en la que van publicándose documentos inéditos, convenientemente introducidos y anotados, encontramos dos epistolarios: el que mantuvo san Josemaría con Dolores Fisac (otra de las primeras mujeres del Opus Dei) durante la Guerra Civil española, que además de su interés biográfico, constituye un retazo de la vida cotidiana de los refugiados de guerra en clandestinidad. La edición corre a cargo de Yolanda Cagigas. El segundo epistolario –presentado por Francisco Crosas– abarca la relación epistolar del fundador del Opus Dei con el obispo de Vitoria mons. Javier Lauzurica, en los años 1934-1940: otra documentación interesante no sólo para la historia del Opus Dei, sino también para la de la Iglesia en aquellos azarosos años de la vida de España.

La sección de Notiziario (Crónica) está dedicada esta vez a presentar un fenómeno de recepción popular de la memoria de san Josemaría en el espacio urbano italiano: su autor, Aldo Capucci, informa del considerable número de calles, plazas, etc. que están dedicadas al fundador del Opus Dei en ciudades y pueblos de Italia.

También este número ofrece una sección bibliográfica con recensiones y reseñas, y una nueva entrega del ya monumental elenco bibliográfico dedicado a la “Bibliografía General” sobre san Josemaría y el Opus Dei. Los tres primeros números de Studia et Documenta han intentado ofrecer una bibliografía exhaustiva sobre san Josemaría hasta 2002, mientras que en este cuarto número se realiza una primera entrega de la “Bibliografía General sobre el Opus Dei”, que continuará en los siguientes volúmenes.

Ver el sumario y los abstracts del vol. 4 - 2010

lunes, 2 de agosto de 2010

El Fundador del Opus Dei

Andrés Vázquez de Prada. El Fundador del Opus Dei
Tomo I: "Señor, que vea", Rialp, Madrid 2004, 639 p., 8ª ed. (1ª edición: Madrid, Rialp, 1997)
Tomo II: "Dios y audacia", Rialp Madrid 2002, 759 p., 2ª ed. (1ª edición: Madrid, Rialp, 2002)
Tomo III: "Los caminos divinos de la tierra", Madrid, Rialp, 2003, 796 p., 2ª ed. (1ª edición: Madrid, Rialp, 2003).

Primera biografía completa de san Josemaría Escrivá de Balaguer, se caracteriza por su profundidad y rigor, y por su compenetración con las fuentes bibliográficas –documentos, testimonios, cartas y material diverso procedente del archivo de la Prelatura- sobre el fundador del
Opus Dei.