martes, 10 de agosto de 2010

LA EXPERIENCIA DE UN CIRUJANO ORTOPEDISTA EN ÁFRICA

Presentación del libro NAZARA

de Jorge Luis Santodomingo se realizará el jueves 12 de agosto de 2010 a las 19 hs. en La Casa de Pepino(Fructuoso Rivera esq. Belgrano - Córdoba)

La presentación estará a cargo del P. Ignacio García Mata SJ

EL LIBRO

La visión del mundo sobre África es la de un continente que guarda muchos misterios. Es conocida tanto por sus fascinantes paisajes habitados por una flora y fauna cautivantes, como por la difícil situación económica y política en la que está inmersa.

El doctor Jorge Luis Santodomingo, cirujano ortopédico, con una vasta carrera de constante capacitación y formación en el exterior, cuenta en Nazara sus experiencias vividas en África desde 2003 al 2008 como médico misional para tratar a pacientes con traumas óseos. El contexto en el que se desarrollan los hechos es el de la pobreza y la miseria, el del fraude político y las luchas étnicas; pero justamente, en medio de un cuadro devastador y desolador, sobresale el espíritu humanitario de una serie de colaboradores formado por médicos, religiosos, misioneros y fundaciones que trabajan solidariamente para mejorar la calidad de vida de aquellos que no tienen oportunidades de acceder a un servicio de salud gratuito o de costo mínimo. Estas personas, como el doctor Santodomingo, dejan atrás sus familias, sus afectos, sus hogares, sus patrias; abandonan todo para hacer una diferencia en lugares remotos que, a primera vista, parecieran olvidados por Dios. Pero todo lo contrario, cada día narrado en el diario del doctor muestra la manera misteriosa en que obra el Señor.

A los ojos de Jorge Santodomingo, África constituye un oxímoron, donde menos hay, más se da; la pobreza no es motivo para olvidar la generosidad y, menos aún, el profundo agradecimiento. Este diario de viaje retrata las diferentes culturas en África, su población con sus tribus, las costumbres que son tan distintas a las de América, como así también las situaciones económicas que no sólo se viven en el país, sino también afecta a las fundaciones y a las entidades que ayudan a hacer de los países africanos naciones más avanzadas y con mejor calidad de vida para sus habitantes.

EL AUTOR

Jorge Luis Santodomingo nació el el 3 de marzo de 1952 en Villa Nueva, provincia de Córdoba, Argentina. Contrajo matrimonio con Antonia Alicia Gallardo, en Cruz del Eje.

Es padre de Maria Laura, Luis Antonio y María Lourdes.

Médico cirujano recibido en la Universidad Nacional de Córdoba; fue residente del Instituto Dupuytren en Buenos Aires; doctor en medicina de la Universidad Católica de Córdoba y cirujano ortopedista. Es miembro titular de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología y asistente extranjero a la Universidad de París.

Realizó becas en Francia, Alemania e Israel.

Al momento de partir junto a su esposa e hijos a África en enero del 2003, era presidente de Comunidad de Vida Cristiana, una organización de laicos de más de 400 años, ligada a la Compañía de Jesús.

Visitaron en Malawi y en Nigeria los centros del proyecto misional de CBM (Christian Blind Mission-Alemania) del cual fuera luego el jefe del servicio de Cirugía Ortopédica en el Bawku Presbyterian Hospital, U.E.R, de Ghana en África Occidental.


Ediciones del Boulevard
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lunes, 9 de agosto de 2010

El Opus Dei entre novelas de misterio

Josefina Caprile vive en Argentina, es viuda y madre de ocho hijos. Entre el ajetreo de la vida familiar, se las arregla para escribir, con una idea fundamental: los libros tienen que ser entretenidos, si no ¿quién los va a leer?

San Josemaría nos enseñó a tener doctrina de teólogos y piedad de niños. Sus palabras, fielmente traducidas en su vida, me animaron a difundir un mensaje cristiano por los distintos rincones de la tierra.

Pero… ¿cómo trasmitir las verdades de la fe a muchas personas, y, al mismo tiempo, quedarme en casa con mi familia? Tengo ocho hijos.

La respuesta fue viniendo de a poco. Siendo mis primeros hijos bebés, mientras ellos dormían la siesta, escribí el primer libro: “Hablo a mis hijos de Dios”. Después, al entretenido ritmo de una familia numerosa, fui publicando otros títulos más.

Escribir libros es una tarea sumamente flexible. No hace falta cumplir con un horario estricto. Armoniza con reuniones en el colegio de los hijos, visitar a los parientes y amigas y poder estar en casa en los horarios convenientes. Tampoco se necesita oficina. Apenas se requiere una computadora sencilla para la fase final. Llevo un cuaderno en la cartera y, cuando viajo en el tren, en la sala de espera de un médico o, en el silencio de la biblioteca popular, mientras mis hijos están en el colegio, en la facultad o en el trabajo, voy dando forma literaria al escrito que tengo entre manos.



Últimamente, he optado por escribir novelas para niños en las que el misterio y la aventura tienen como telón de fondo un escenario cristiano: sus personajes rezan, van a misa el domingo, se esfuerzan por vivir las virtudes humanas y por hacer un uso adecuado de la tecnología que nos deslumbra: TV, internet, etc.

A su vez, procuro que las novelas sean lo más entretenidas posible. Si no, ¿quién las leerá? De este modo puedo llegar lejos.

A veces, cuesta escribir. Cuesta que estos mensajes trascendentes se entremezclen en una trama bien, pero bien divertida. Pero el legado del fundador del Opus Dei, que consideraba el dar doctrina como una pasión dominante, es la luz y el motor para que, entre las páginas de una novela de misterio pueda saborearse de un modo natural y atractivo el mensaje de la fe.

artículo tomado de opusdei.es

sábado, 7 de agosto de 2010

Aprendiendo a vivir

feliz“Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque no terminarán nunca de divertirse.
Dichosos los que saben distinguir una montaña de una piedra, porque se evitarán muchos inconvenientes.
Dichosos los que saben detenerse para descansar y dormir sin buscarse excusas: llegarán a ser sabios.
Dichosos los que saben escuchar y callar: aprenderán cosas nuevas.
Dichosos los que son suficientemente inteligentes como para no creerse sabios: serán apreciados por los demas.
Dichosos los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables: serán fuente de alegría.
Dichosos ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegarán lejos en esta vida.
Dichosos ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de bendición.
Dichosos ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las apariencias: serán tomados por ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.
Dichosos los que piensan antes de actuar, y oran antes de pensar: evitarán muchas tonterías.
Dichosos todos nosotros cuando sepamos reconocer y amar al Señor Jesús en la cruz, la santa Eucaristía, en todo y todos: habremos logrado la verdadera gracia y sabiduría.”
Fuente: Anecdonet

viernes, 6 de agosto de 2010

Carta del Prelado del Opus Dei (agosto 2010)

El año mariano que recorre el Opus Dei y las fiestas dedicadas a la Virgen son una ocasión para hablar de la Madre de Dios en la carta que Mons. Echevarría dirige este mes a los fieles de la Obra.
04 de agosto de 2010
PDF: Carta del Prelado (agosto 2010)

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Os escribo al regreso del viaje que he realizado a algunos países de América del Sur. En Ecuador, Perú y Brasil, además de tener la alegría de reunirme con un buen número de hermanas y hermanos vuestros, y con muchas otras personas, he rezado ante diversas advocaciones de la Virgen. Apoyándome en cada una y en cada uno, he tratado de revivir la piedad con que San Josemaría rezaba ante las imágenes de la Santísima Virgen, y he agradecido a nuestra Madre su constante oración por la Iglesia y por la Obra, pidiéndole que nos siga bendiciendo abundantemente. Sí, he contado con vuestra oración mariana, porque llevo muy grabada en el alma una exclamación de nuestro Padre, en el Santuario de Aparecida, que luego repitió en São Paulo: «le he dicho a la Virgen que quería rezar con mucha fe». Antes, primero en Ecuador, he considerado la estupenda lección de San Josemaría, pues le afectó el mal de altura, el “soroche”, y tuvo que reducir casi completamente su actividad de catequesis, mientras seguía creciendo en su vida personal la devoción a San José y la infancia espiritual: allí estuvo “activamente inactivo” quince días. En Perú, han pasado por mi mente muchísimos recuerdos; entre otros, su alegría inmensa al ver representada una escena que llevaba muy metida en el corazón: la Virgen y San José en adoración a Jesucristo escondido en el Sagrario: ¡con qué cariño se detuvo ante el altar!
Intensifiquemos nuestras muestras de amor a la Virgen, en los meses que aún nos restan para la conclusión de este año mariano. Precisamente el próximo día 15, solemnidad de la Asunción, comenzaremos a recorrer la segunda parte. Procuremos hacerlo con un renovado espíritu filial, al compás de la vida mariana de San Josemaría. «Si en algo quiero que me imitéis —nos dijo innumerables veces—, es en el amor que tengo a la Virgen». Y, en otras ocasiones, nos señalaba: «imitad a Jesucristo, que es el Modelo de todo, también en el amor a su Madre»[1].
El hecho de llegar a la mitad de los meses del tiempo que, con motivo del 80º aniversario del comienzo de la labor de la Obra entre las mujeres, hemos puesto en manos de la Virgen, nos ofrece la oportunidad de hacer un balance de las semanas transcurridas, para impulsarnos a proseguir la andadura a buen ritmo. Especialmente «en las fiestas de Nuestra Señora no escatimemos las muestras de cariño; levantemos con más frecuencia el corazón pidiéndole lo que necesitemos, agradeciéndole su solicitud maternal y constante, encomendándole las personas que estimamos. Pero, si pretendemos comportarnos como hijos, todos los días serán ocasión propicia de amor a María, como lo son todos los días para los que se quieren de verdad»[2].
La solemnidad del día 15 nos invita a poner en práctica con esmero este consejo de nuestro Padre. La grandiosa elección que de Ella hizo Dios desde la eternidad, para que fuera Madre del Verbo encarnado, llega a su culmen cuando es recibida gloriosamente, en cuerpo y alma, en el Cielo. La Asunción de María, que cierra la parábola iniciada con su Inmaculada Concepción, nos incita vivamente a fijarnos con mayor detenimiento en nuestra Madre, a meditar con mayor hondura cómo recorrió Ella su peregrinación diaria en este mundo, hasta llegar a la morada celestial.
En el evangelio de la Misa de esa fiesta, la Iglesia nos propone el pasaje de la Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel. Los Padres y los escritores eclesiásticos han comentado siempre ese episodio como una imagen gráfica de lo que caracterizó la entera existencia de Santa María, definida por su obediencia pronta y alegre a lo que el Señor le indicaba. Desde el fiat que pronunció en la Anunciación hasta ese otro fiat, manifestado sin palabras, al pie de la Cruz, toda la vida de María se resume en una fidelidad completa, sin fisuras de ningún tipo, a la Voluntad amabilísima de Dios.
San Lucas, el evangelista que más nos ha hablado de María, relata con detalle esa visita de la Virgen a Santa Isabel: una escena bien impresa en nuestra memoria —como tantas otras del Evangelio—, porque cada día la contemplamos al meditar los misterios del Rosario. Volvamos a saborearla ahora.
Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: “Bendita Tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada Tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor”[3].
A estas palabras de Isabel, la Virgen, inspirada también por el Espíritu Santo, respondió con ese canto de agradecimiento y de alegría incontenible: el Magnificat. No nos podemos detener en todas sus riquezas; sólo deseo resaltar algunos detalles de esta escena, sobre la que San Josemaría meditó profundamente.
San Gabriel comunicó a María que Isabel esperaba un hijo, como prueba de la omnipotencia de Dios; no le pidió, ni sugirió, que fuera a visitarla. Sin embargo, la Virgen piensa que su prima necesita de su auxilio y descubre también en eso una voluntad de Dios. Inmediatamente se dirigió al pueblecito donde residía su anciana prima. Llama la atención ese cum festinatione, con prisa, que San Lucas subraya oportunamente. El motivo salta a la vista, como explicó ya San Ambrosio: «La gracia del Espíritu Santo no admite lentitud»[4]. El Santo Padre Benedicto XVI, siguiendo a ese Doctor de la Iglesia, comenta que «el evangelista, al decir esto, quiere destacar que para María, seguir su vocación, dócil al Espíritu de Dios, que ha realizado en Ella la Encarnación del Verbo, significa recorrer una nueva senda y emprender enseguida un camino fuera de su casa, dejándose conducir solamente por Dios»[5].
El Evangelio nos ofrece la primera lección que aprendemos de nuestra Madre, constante en su conducta: cuando el amor de Dios se nos manifiesta al alma, el deber nuestro que de ahí deriva se concreta en corresponder a su gracia con urgencia, con generosidad plena a esas inspiraciones divinas, sin entretenerse en lo que pudiera significar un retraso o una tardanza. Cuando Dios pasa a nuestro lado —y a todos nos ha llamado y nos llama por nuestro nombre, para que le sigamos muy de cerca—, hay que dejar de lado todo lo que pudiera dificultar ese ir tras de Él, con Él. La existencia entera ha de estar rubricada por esa sagrada prisaque —como afirma el Papa— se requiere en quien sabe «que Dios es siempre la prioridad y ninguna otra cosa debe crear prisa en nuestra existencia»[6].
Recuerdo algunos sucedidos de la vida de nuestro Padre, que nos ilustran cómo nuestro Fundador alimentaba sus prisas para amar más y más a Dios y a la Virgen.
Desde los primeros años de la Obra, a medida que iba prendiendo con mayor fuerza en su alma el cariño a nuestra Madre, sus biógrafos relatan cómo se esmeraba en saludar a Santa María en las imágenes que encontraba en sus recorridos por las calles de Madrid. En una ocasión, anotó en sus apuntes personales el siguiente suceso: «esta mañana volví sobre mis pasos, hecho un chiquitín, para saludar a la Señora, en su imagen de la calle de Atocha, en lo alto de la casa que allí tiene la Congregación de S. Felipe. Me había olvidado de saludarla: ¿qué niño pierde la ocasión de decir a su Madre que la quiere? Señora, que nunca sea yo un ex-niño»[7].
Hacia el final de su vida, cuando ya se encontraba más débil, pasaba un día delante de un relieve de la Virgen sosteniendo al Niño, en Villa Tevere. Quiso besar a la imagen y, como delante había un banco, no resultaba fácil. Se empeñó en cumplir ese gesto. Luego nos invitó a pensar: aunque esto sea una nadería —se refería al esfuerzo que había debido realizar—, vamos a preguntarnos qué manifestaciones de cariño ponemos, con denuedo, para corresponder al amor de Dios y de la Santísima Virgen, ante la gran manifestación de amor que se encierra en la Encarnación. Os traslado la pregunta. ¿Qué esfuerzo concreto estamos decididos a poner en los meses que faltan del año mariano, para corresponder a la predilección que el Señor y su Santísima Madre nos demuestran constantemente? ¿Queremos quererla —no es una redundancia— más? ¿La buscamos con el afán de que nos lleve a su Hijo?
Repasemos un segundo detalle de la escena de la Visitación. Cuando María exclama su Magnificat de alabanza a Dios, la primera consideración que sale después de su boca —como antes, en la Anunciación— es el reconocimiento de su humildad, en el sentido de proclamar su nada delante de Dios; un reconocimiento que es parte esencial de esta virtud.«¡Qué grande es el valor de la humildad! —“Quia respexit humilitatem...”Por encima de la fe, de la caridad, de la pureza inmaculada, reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías: “Porque vio mi humildad, he aquí que, por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones”»[8].
Señalaba San Agustín que «la morada de la caridad es la humildad»[9]. Sólo sobre una base de profunda humildad se abona el terreno para que crezca una caridad sincera. La extraordinaria humildad de la Virgen, que en todo momento quiso que Dios obrara en su alma, sin apropiarse méritos de ninguna clase, alcanzó que el Señor se inclinase hacia Ella cada vez con más amor, conduciéndola de plenitud en plenitud hasta recibirla en la gloria.
Hijas e hijos míos, aprendamos de esta Madre buena a comportarnos de igual modo en las más diversas circunstancias. Hasta el último momento, tendremos que luchar contra los enemigos de nuestra santificación; especialmente contra el amor propio, que define el principal obstáculo que se opone a nuestra unión con Dios. Pero escuchemos de nuevo a San Josemaría. En una ocasión, respondiendo a quien le preguntaba cómo luchar en este punto de la vida espiritual, insistía: «es bueno que tengas deseos de ir contra la soberbia; pero yo, sin ser profeta, te digo que tendrás inclinaciones de soberbia hasta la última hora de tu vida. Pídele al Señor que te haga humilde (...): quia respexit humilitatem ancillæ suæ(Lc 1, 48). Dios Nuestro Señor la miró porque vio la humildad de su Sierva. Por lo tanto, tú procura servir a Nuestro Señor e imitar a la Virgen en la humildad. En el Evangelio, no la encontramos a la hora de los grandes triunfos de su Hijo: la encontramos al pie de la Cruz. Pero también la encontramos ante el primer milagro: lo hace el Señor, porque se lo pide la Virgen Santísima. Pídele el milagro de que te haga humilde a ti y de que me haga humilde a mí»[10].
La meditación de los grandes privilegios de Santa María nos llena ciertamente de pasmo: ¡es tan maravillosa nuestra Madre del Cielo! La contemplamos, en la escena del Apocalipsis, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y coronada de estrellas[11]. Sin embargo, «todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca»[12]. Desde el Cielo, en efecto, nos sigue a cada una, a cada uno, como si fuéramos su único hijo, su única hija, y no cesa en sus desvelos por nosotros, para que un día lleguemos a gozar, en unión con su Hijo y con todos los ángeles y santos, de la eterna bienaventuranza.
Se lo recordaremos una vez más, el próximo 15 de agosto, al renovar la consagración del Opus Dei a su Corazón dulcísimo e inmaculado. Fomentemos ese día la comunión de intenciones con todos los fieles de Prelatura —los que estamos en la tierra y los que ya han rendido su alma a Dios—, y de modo especial con nuestro Padre, bien unidos a la consagración que realizó en Loreto el año 1951 y a la que yo personalmente renovaré, en nombre de todos, en este año mariano. Confiemos nuestras ilusiones y nuestros proyectos a los cuidados de nuestra Madre, que —según una acertada expresión de Santo Tomás de Aquino— es «totius Trinitatis nobilis triclinium»[13], el lugar donde la Trinidad encuentra su reposo; porque —como afirma el Papa en una reciente audiencia— «con motivo de la Encarnación, en ninguna criatura, como en Ella, las tres Personas divinas inhabitan y sienten delicia y alegría por vivir en su alma llena de gracia. Por su intercesión podemos obtener cualquier ayuda»[14].
Se lo volveremos a repetir el 22 de este mismo mes, fiesta de Santa María Reina, y al día siguiente, aniversario de aquella locución divina que dejó en nuestro Padre «sabores de panal y de miel», en momentos en que lo necesitaba especialmente: adeamus cum fiducia ad thronum gloriæ, ut misericordiam consequamur!
Que sea muy intensa nuestra oración por el Santo Padre, por su Augusta Persona —también por su reposo en estos meses—, por sus intenciones, por todos los proyectos que, para bien de las almas, lleva en el corazón.
Y, al compás de todo esto, ayudadme en mis intenciones.
Con todo cariño, os bendice
                                vuestro Padre
                                + Javier

Pamplona, 1 de agosto de 2010

[1] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 12-IV-1974.
[2] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 291.
[3] Lc 1, 39-45.
[4] San Ambrosio, Exposición del Evangelio según San Lucas, II, 19 (PL 15, 1560).
[5] Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad de la Asunción, 15-VIII-2009.
[6] Ibid.
[7] San Josemaría, Apuntes íntimos, n. 446 (3-XII-1931). Cit. en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. I, p. 341.
[8] San Josemaría, Camino, n. 598.
[9] San Agustín, La santa virginidad, 51.
[10] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 21-X-1972.
[11] Cfr. Ap 12, 1.
[12] Benedicto XVI, Discurso en la audiencia general, 2-I-2008.
[13] Santo Tomás de Aquino, Exposición sobre el Avemaría, cap. 1.
[14] Benedicto XVI, Discurso en la audiencia general, 23-VI-2010.

jueves, 5 de agosto de 2010

Artículo de Aceprensa sobre El "Código Da Vinci"

'EL CÓDIGO DA VINCI', UNA NOVELA DE FICCIÓN EN LA QUE SE PONE EN DUDA LA VERDAD DEL CATOLICISMO, SE HA ENCARAMADO A LA LISTA DE LIBROS MÁS VENDIDOS. AUNQUE SE TRATE DE UNA OBRA DE FICCIÓN, RESULTA OFENSIVA PARA EL HONOR DE LA IGLESIA PORQUE JUEGA CON SUS FUNDAMENTOS. SINTETIZAMOS ALGUNAS RESEÑAS APARECIDAS EN DIARIOS DE EEUU Y ESPAÑA.
ACEPRENSA SERVICIO 11/04

Andy Welborn en 'Our Sunday Visitor' (8-VII-2003) advierte que“no es una gran pérdida para el lector” explicar el argumento de la novela. “Un conservador del museo del Louvre es asesinado, pero antes de morir consigue dejar unas pistas y colocarse de forma singularmente significativa. Su nieta Sophie y un investigador americano descubren que el abuelo trataba de dejar un mensaje no sobre su asesino, sino acerca de un gran secreto. (...) El abuelo formaba parte de una antigua sociedad secreta llamada El Priorato de Sión, que durante muchos años se encargó de custodiar ese gran secreto, cuya revelación supondría una amenaza para la concepción presente de la humanidad. Lógicamente, la Iglesia católica se habría esforzado durante estos últimos dos mil años en proteger este secreto”.

“¿En qué consiste el gran secreto? En que Jesús estuvo casado con María Magdalena, quien estaba embarazada cuando Cristo fue crucificado. Los descendientes de aquel niño aún sobreviven y se mantienen de forma anónima protegidos por El Priorato de Sión, que es también el guardián de la verdadera fe en Jesús y María Magdalena, basada en la teoría del sagrado femenino. La novela por tanto consiste en una carrera por encontrar el Santo Grial. Pero en vez de buscar el cáliz de la Última Cena lo que se busca principalmente son los restos de María Magdalena”.

“Sophie y el americano comenzarán una competición en la que la Iglesia es su rival, representada en la figura de un albino, miembro del Opus Dei, que recibe indicaciones de un obispo y de un misterioso Teacher. Correrán detrás de las pistas codificadas que el abuelo de Sophie fue dejando. Es un gran rompecabezas que les llevará desde los Bancos de Zurich a la iglesia del Santo Sepulcro, y de la Abadía de Westminster a las pinturas de Leonardo Da Vinci. La historia de Da Vinci consiste en que parece que plasmó su devoción al Santo Grial Femenino en la representación de la Última Cena, en la cual el personaje de la derecha de Jesús no es San Juan, sino María Magdalena, su compañera”.

“Muy pocas cosas de este entramado son propiamente originales-concluye Andy Welborn-. La mayoría de ellas proceden del fantasioso trabajo Holy Blood, Holy Grail y el resto son remiendos de ridículas y gastadas teorías esotéricas y gnósticas. (...). Y me apuesto lo que quiera a que usted desconocía que la divinidad de Jesucristo fue un invento del emperador Constantino para apuntalar su poder; pues ‘hasta aquel momento de la historia -escribe el propio Dan Brown-, Jesús era visto por sus discípulos como un profeta mortal, un poderoso y un gran hombre, pero un hombre nada más. Un mortal”.

En el 'Chicago Sun Times' (27-IX-2003), Thomas Roeser muestra algunos errores de hecho en que incurre Brown: “Supuestamente, la clave se puede encontrar en el fresco de la Última Cena, en donde, insiste Brown, la figura que está a la derecha de Cristo no es San Juan, sino María Magdalena (no es verdad, explica Bruce Broucher, conservador del Art Institute de Chicago, que ha echado por tierra su teoría)”.

Excéntricas conjeturas
“Las excéntricas conjeturas de Brown -prosigue Roeser- se mezclan con hechos e investigaciones chapuceras: los Juegos Olímpicos de la antigüedad se celebraban en honor de Zeus, y no de Afrodita; los Templarios, que supuestamente son los guardianes del ‘secreto’ de la Magdalena, no construyeron las catedrales de su tiempo, sino que lo hicieron los obispos europeos; las catedrales góticas no tienen ningún simbolismo femenino: la crítica Sandra Miesel se pregunta con asombro: ‘¿Qué parte de la anatomía femenina representan el crucero o las gárgolas de la nave lateral de Chartres?’”.

“El odio al catolicismo impregna todo el libro -indica Roeser-,pero las peores invectivas las recibe el Opus Dei, prelatura personal aprobada por Juan Pablo II. Un ‘monje’ del Opus Dei (asombrosamente, Brown no comprende que esa organización no tiene monjes) es un asesino, que mata para impedir que el ‘secreto’ de la Magdalena salga a la luz pública. Yo no soy del Opus Dei, pero lo conozco y lo admiro, entre otras cosas, por sus escuelas dirigidas a los jóvenes sin oportunidades de Chicago, en donde fui profesor”.

La novela sitúa a Leonardo Da Vinci como uno de los integrantes de la sociedad secreta El Priorato de Sión que esconde sus claves en tres de sus cuadros más conocidos: La Gioconda, la Virgen de las Rocas y La Última Cena. La medievalista Sandra Miesel (New York Daily News, 4-IX-2003), entre otras cosas, ironiza sobre la sustitución de San Juan por María Magdalena: “Esta curiosa faceta no había sido descubierta hasta ahora...”.

Ignorancia histórica
El protagonista del libro menciona la ausencia del cáliz en la pintura de Leonardo como prueba de que Da Vinci nada sabía de lo que estaba involucrado en el Grial. Pero, como bien sigue explicando la historiadora Sandra Miesel, “el fresco está inspirado en un pasaje del Evangelio de San Juan, que no dice ni una palabra sobre la institución de la Sagrada Eucaristía”. Por otra parte resulta ridículo presentar a “un Papa que arroja al Tíber las cenizas de los Templarios que él ha exterminado.... justo en la época en que el papado sufría el destierro de Avignon”.

Desde las páginas del Weekly Standard (22-IX-2003), la escritora Cynthia Grenier afirma sobre El Código Da Vinci que “se puede hablar de una extremista visión feminista” de la fe cristiana y católica. “Llámeme escéptica -escribe-, pero no estoy dispuesta a comprar esta novela. Los rituales que él relata son fruto de una mezcolanza de varios cuentos imaginarios. Si usted alguna vez ha considerado la posibilidad de que el Santo Grial buscado por los caballeros del Rey Arturo es realmente el vientre de la Magdalena, entonces 'El Código Da Vinci' es su novela. Si su imaginación nunca le ha inquietado en este sentido, lo mejor es olvidar la novela. Seguramente a usted se le habrá caído de las manos este libro de 454 páginas cuando su autor le relate su último descubrimiento: bajo la enorme pirámide de cristal del patio del Louvre se hallan los huesos de la mujer de Jesús”.

Y sobre los múltiples errores geográficos e históricos contenidos en el libro, la escritora concluye: “Por favor, alguien debería dar a este hombre y a sus editores unas clases básicas sobre la historia del cristianismo y un mapa”.

Para el crítico español F. Casavella (El País, 17-I-2004), El Código Da Vinci es “el bodrio más grande que este lector ha tenido entre manos desde las novelas de quiosco de los años setenta”. “No es que tienda al grado cero de escritura -explica-. Ni que sea aburrido, prolijo donde no debiera, torpe en las descripciones y en la introducción de datos sobre ese interesantísimo y originalísimo misterio en torno al Santo Grial, Leonardo y el Opus. Tampoco es un problema que repita esos datos en páginas contiguas para que hasta un hipotético ‘lector muy tonto’ llegue a asimilarlos. Ni que escamotee ciertos fundamentos de la trama del modo más grosero hasta que resulten útiles y entonces se les haga aparecer del modo más burdo. Ni importa que las frases sean bobas, y bobas sean también las deducciones de unos protagonistas de quienes se nos comunica, pero no se nos describe su inmensa inteligencia. (...) También se puede pasar por alto que el autor no sea, al fin y al cabo, instruido”.

En fin, concluye Casavella: “Se puede perdonar todo, lo que no se puede perdonar es que esta novela se promocione, y no sólo por los canales publicitarios convencionales, como un producto de cierto valor. Para entendernos, Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo que Ed Wood con el cine. (...) No puedo dejar de felicitar a las editoriales de todo el mundo que en su día rechazaron la publicación de esta infamia y ahora no se arrepienten. Es la demostración de un resto de dignidad, no sólo en el mundo editorial, sino en el sistema mercantil”.

de opusdei.es

miércoles, 4 de agosto de 2010

Historia del Opus Dei. Nuevas investigaciones

El cuarto número de Studia et Documenta (2010) ha salido a la luz en mayo de 2010. Como es habitual, la revista dedica una parte de su contenido a un tema monográfico, que en este caso trata de varias iniciativas promovidas por el Opus Dei en ámbito educativo, en lugares y circunstancias muy diversas. Mercedes Montero aborda los comienzos de la primera residencia de mujeres promovida por san Josemaría: la Residencia Zurbarán de Madrid.
Constantino Ánchel realiza una aproximación, desde el punto de vista de la documentación, a la primera obra de apostolado
corporativo del Opus Dei: la Residencia DYA. Y Ramón Pomar trata de otra realidad que ha tenido una importante repercusión en la historia del Opus Dei, pues ha inspirado muchas iniciativas similares en todo el mundo: el Colegio Gaztelueta.

Tiene también algo de empresa pionera, pero en otro sentido, la que describe José Manuel Cerda en su artículo dedicado a Warrane College, en Sydney. Fue la primera obra apostólica en suelo australiano y se encontró enseguida en el ojo del ciclón de la protesta estudiantil de los años 70. Como escribe Maria Carla Giammarco en la introducción al cuaderno monográfico, «las oleadas de oposición a las iniciativas apostólicas cristianas son un hecho periódico y casi ritual, pero ésta de Sydney, con los asaltos, las barricadas y el lanzamiento de misiles caseros, tiene un atractivo espectacular, un algo de epopeya western».

En la sección de Estudios y notas, se encuentran dos artículos que tratan de la relación entre san Josemaría y personajes relevantes de la historia eclesiástica. El primero, está dedicado a la relación epistolar entre el fundador del Opus Dei y mons. Juan Hervás Benet, impulsor de los Cursillos de Cristiandad; su autora, Francisca Colomer, nos descubre la amistad que unió a dos grandes impulsores de la vida espiritual de los laicos. En otro artículo, Aldo Capucci analiza la relación entre san Josemaría y el beato Ildefonso Schuster, cardenal y arzobispo de Milán, figura eminente de la Iglesia en la Italia contemporánea.


Otros estudios de esta sección que recoge trabajos de miscelánea, nos llevan a dos puntos del globo muy distantes entre sí en el plano cultural: la prestigiosa Universidad de Harvard y la indómita región andina de la Prelatura de Yauyos. De manera muy distinta, pero con el mismo espíritu apostólico, personas del Opus Dei han trabajado para llevar el Evangelio a esos lugares. John A. Gueguen continúa un precedente trabajo, publicado en el primer número de Studia et Documenta, sobre los primeros días del Opus Dei en Cambridge (Estados Unidos), mientras que Esteban Puig escribe sobre la Prelatura de Yauyos –confiada por la Santa Sede al Opus Dei– y su proyección en el desarrollo del clero en Perú.

Unos apuntes biográficos de Francisca R. Quiroga sobre Narcisa (Nisa) González Guzmán, una de las primeras mujeres del Opus Dei, completan esta sección de Estudios y Notas.

Pasando a la sección de Documentación, en la que van publicándose documentos inéditos, convenientemente introducidos y anotados, encontramos dos epistolarios: el que mantuvo san Josemaría con Dolores Fisac (otra de las primeras mujeres del Opus Dei) durante la Guerra Civil española, que además de su interés biográfico, constituye un retazo de la vida cotidiana de los refugiados de guerra en clandestinidad. La edición corre a cargo de Yolanda Cagigas. El segundo epistolario –presentado por Francisco Crosas– abarca la relación epistolar del fundador del Opus Dei con el obispo de Vitoria mons. Javier Lauzurica, en los años 1934-1940: otra documentación interesante no sólo para la historia del Opus Dei, sino también para la de la Iglesia en aquellos azarosos años de la vida de España.

La sección de Notiziario (Crónica) está dedicada esta vez a presentar un fenómeno de recepción popular de la memoria de san Josemaría en el espacio urbano italiano: su autor, Aldo Capucci, informa del considerable número de calles, plazas, etc. que están dedicadas al fundador del Opus Dei en ciudades y pueblos de Italia.

También este número ofrece una sección bibliográfica con recensiones y reseñas, y una nueva entrega del ya monumental elenco bibliográfico dedicado a la “Bibliografía General” sobre san Josemaría y el Opus Dei. Los tres primeros números de Studia et Documenta han intentado ofrecer una bibliografía exhaustiva sobre san Josemaría hasta 2002, mientras que en este cuarto número se realiza una primera entrega de la “Bibliografía General sobre el Opus Dei”, que continuará en los siguientes volúmenes.

Ver el sumario y los abstracts del vol. 4 - 2010

lunes, 2 de agosto de 2010

El Fundador del Opus Dei

Andrés Vázquez de Prada. El Fundador del Opus Dei
Tomo I: "Señor, que vea", Rialp, Madrid 2004, 639 p., 8ª ed. (1ª edición: Madrid, Rialp, 1997)
Tomo II: "Dios y audacia", Rialp Madrid 2002, 759 p., 2ª ed. (1ª edición: Madrid, Rialp, 2002)
Tomo III: "Los caminos divinos de la tierra", Madrid, Rialp, 2003, 796 p., 2ª ed. (1ª edición: Madrid, Rialp, 2003).

Primera biografía completa de san Josemaría Escrivá de Balaguer, se caracteriza por su profundidad y rigor, y por su compenetración con las fuentes bibliográficas –documentos, testimonios, cartas y material diverso procedente del archivo de la Prelatura- sobre el fundador del
Opus Dei.

viernes, 30 de julio de 2010

Benedicto XVI: "Los amigos de Jesús"

"Los amigos de Jesús", es el título del nuevo libro de Benedicto XVI, en el que el Papa cuenta al público infantil y juvenil la historia de los doce apóstoles y de San Pablo.

El volumen, de 48 páginas, ilustrado por el artista italiano Franco Vignazia y publicado por la editorial San Giuliano Milanese, recoge algunos pasajes de las catequesis de las audiencias generales de los miércoles, según informa el diario de la Santa Sede "L'Osservatore Romano".

El prólogo ha corrido a cargo del sacerdote español Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación.

"Érase una vez un pequeño grupo de hombres que un día, hace dos mil años, encontró a un joven que caminaba por los senderos de Galilea. Cada uno tenía su trabajo y su familia, pero en un instante sus vidas cambiaron. Se llamaban Andrés, Juan, Pedro, Mateo, Tomás... Eran doce y hoy los conocemos como los "apóstoles". En Jerusalén todos sabían que eran los amigos de Jesús. (...) Más tarde a ellos se unió San Pablo, (...) que de perseguidor de los cristianos pasó a ser el más grande testigo de Jesús", escribe don Carrón.

El sacerdote explica que con este libro, Benedicto XVI "nos toma de la mano" y nos acompaña a descubrir quiénes eran los primeros compañeros de Cristo, cómo lo encontraron y cómo fueron conquistados por Él, hasta decidir que no lo abandonarían jamás".

CIUDAD DEL VATICANO, 22 JUL 2010 (VIS)

jueves, 29 de julio de 2010

[Opus Dei] Camino

«Lee despacio estos consejos. Medita pausadamente estas consideraciones. Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. Y estas confidencias las escucha Dios».

Con estas palabras comienza Camino, el más conocido y popular de los libros de san Josemaría.

Esta obra, considerada por muchos autores como un clásico de la literatura espiritual, fue publicada en 1939. Era la reelaboración de “Consideraciones espirituales”, una publicación suya de años anteriores.

“Camino” consta de 999 puntos para la meditación personal. Aborda los diversos aspectos de la vida cristiana: carácter, apostolado, oración, trabajo, y virtudes.

Dice san Josemaría en la Introducción: «Voy a remover en tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te hiera: y así mejores tu vida y te metas por caminos de oración y de Amor. Y acabes por ser alma de criterio».

En 1966, durante una entrevista en Le Figaro, el Autor resumió el proceso de elaboración de Camino: «Escribí en 1934 una buena parte de ese libro, resumiendo para todas las almas que trataba —del Opus Dei o no— mi experiencia sacerdotal. No sospeché que treinta años después alcanzaría una difusión tan amplia —millones de ejemplares— en tantos idiomas».

Aconsejaba leerlo «con un mínimo de espíritu sobrenatural, de vida interior y de afán apostólico. No es un código del hombre de acción. Pretende ser un libro que lleva a tratar y amar a Dios y a servir a todos».

Actualmente se han publicado más de 4 millones y medio de ejemplares en 43 lenguas.

>>>Leer el libro (www.escrivaobras.org). También lo puedes encontrar aquí: Camino

domingo, 18 de julio de 2010

Estudios sobre la Prelatura del Opus Dei

La prelatura del Opus Dei , erigida el 28 de noviembre de 1982 e inaugurada solemnemente el 19 de marzo de 1983, ha celebrado su XXV aniversario. Con esa ocasión, la Pontificia Università della Santa Croce promovió una serie de estudios sobre las principales temáticas jurídicas y teológicas relacionadas con el fenómeno pastoral del Opus Dei, con el deseo de que la reflexión pudiera verse enriquecida con las aportaciones científicas producidas durante estos cinco lustros.

La iniciativa acabó concretándose en una Jornada de estudio, celebrada en Roma, en la sede de esa Universidad, el 10 de marzo de 2008, presidida por el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, que pronunció una conferencia sobre la figura jurídica prevista por San Josemaría para el Opus Dei. Intervinieron también en la Jornada los Cardenales Camillo Ruini, Vicario del Papa para la diócesis de Roma, y Julián Herranz, Presidente emérito del Consejo Pontificio para los textos Legislativos; Mons. Fernando Ocáriz, Vicario General de la prelatura del Opus Dei; y los profesores Giuseppe Dalla Torre, Rector de la Libera Università Maria SS. Assunta (LUMSA) de Roma; Paul O'Callaghan, Decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Università della Santa Croce y Eduardo Baura, Ordinario de la Facultad de Derecho canónico de la misma Universidad.

viernes, 16 de julio de 2010

[Opus Dei] Historia de un sí

Años atrás, Isabel, maestra, sindicalista de la USO, hija de republicano, de familia obrera, encontró una columna en el diario Mundo obrero con este título, más o menos: "Josemaría, un hombre incomprendido". A raíz de la aparición de Amigos de Dios, el periodista decía: "No se hizo justicia a la labor humanitaria que llevó a cabo Josemaría Escrivá de Balaguer, presentándolo como el que sólo busca a los más dotados de inteligencia o de buena posición económica, descuidando las capas sociales más pobres y necesitadas".

Esta noticia sorprendió a Isabel, pues la imagen que tenía del Opus Dei era precisamente la que criticaba el autor. Creativa, tenaz y resuelta, se puso a investigar. Leyó todas las obras publicadas de Josemaría Escrivá de Balaguer -menos La Abadesa de las Huelgas, porque "era mucha abadesa", dice con humor- y se convenció de la verdad del artículo. Sobre todo, cuando conoció los primeros años de San Josemaría en Madrid: con los niños de las barriadas, los enfermos del Hospital General y del Hospital del Rey, el patronato de las Damas Apostólicas... Y por el fruto posterior de esta actividad pastoral: las labores sociales en todos los países donde la Obra está presente.

El germen del libro
Como maestra, Isabel veía la necesidad de poner en manos de los niños buenas lecturas, que sirvieran de ejemplo para contrarrestar la marea de cómics y libros negativos para su formación. Deseaba "sembrar flores en la basura".

"La vida de San Josemaría está llena de valores espirituales y humanos: amor apasionado por Cristo y su Madre, amor apasionado por el bien de la persona. Es alegre, buen amigo, con genio –los santos, gracias a Dios, también tienen defectos–; es la vida de un niño, un joven, un adulto, cada página de cuya historia lleva la huella del amor y la fidelidad a la voluntad del Señor. Los niños", pensó, "tienen derecho a conocerla".

De nuevo empezó a releer, esta vez las biografías publicadas sobre San Josemaría. Pero ninguna era fácil para niños. "Los autores son muy sabios, pero el lenguaje no llega fácilmente a todos", pensaba.

Se dio cuenta de que una biografía como la que ella deseaba podría hacer mucho bien también a la gente sencilla. Y se puso a preparar un texto con unos esbozos, pensando que el Espíritu Santo le había soplado la idea a ella pero que la ejecutarían otros. Ella fue la primera sorprendida. "El verdadero autor del libro es el Espíritu Santo. Por eso esta biografía rompe todos los esquemas, pues una persona que no era ni es del Opus Dei escribe la primera biografía, con dibujos, del fundador de la Obra, dirigida a los niños y pensada para todas las edades".

Elaboró, pues, el primer texto, con esbozos de los posibles dibujos. "Me enganchaba. Todos los textos los escribí en el oratorio del centro de la Obra en Lleida. Por la noche, dibujaba en mi taburete. Era agotador, pero estaba muy contenta. Es un libro salido del sacrificio convertido en felicidad". Isabel lo tenía todo muy pensado: por ejemplo, dejó en el texto algunas palabras que son más complejas, a sabiendas de que los niños no las entenderían. "Lo hice con toda intención. Así, los pequeños acuden a sus padres para que estos les expliquen el significado de los términos y los padres acaban leyendo el libro".

Más adelante, se decidió a escribir a don Álvaro del Portillo, entonces Prelado del Opus Dei, y a enviarle el material. Así empezó una correspondencia sobre el proyecto que duró varios años. Después de escribir esa primera carta a don Álvaro, Isabel se sintió liberada: el Espíritu Santo le había soplado la idea, y ella ya la había transmitido. Don Álvaro sería el principal impulsor de la obra desde entonces.

Recibió puntualmente su respuesta. "Me senté por si acaso...", recuerda con humor. "El Prelado me contestaba con estas palabras: Rezo por este trabajo, del que el Señor –estoy seguro– se servirá para remover a un buen número de almas. Él vio el libro como lo veía yo, pero con más carisma y una gran visión de futuro. Me indicó que me pusiera en contacto con la sede del Opus Dei en España, en Madrid". Isabel viajó a la capital española y expuso el proyecto ante varias personas, que lo acogieron con entusiasmo. "Yo iba repitiendo: Dios se ha valido de mí para dar a luz el proyecto, ahora ustedes realícenlo". Sin embargo, un espontáneo respondió "Es usted quien ha tenido la idea, nosotros colaboraremos. Además, era voluntad de don Álvaro que yo llevara a término el trabajo".

Al regresar a Lleida, su ciudad, reelaboró y perfeccionó el proyecto y lo envió al vicepostulador de la Causa de Beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer "para su revisión y corrección, para no caer en ningún error referente al carisma del Opus Dei o a la Iglesia".
Vinieron un par de años de trabajo duro e idas y venidas: la reelaboración del texto, las gestiones para conseguir un ilustrador adecuado (Giorgio Del Lungo), las relaciones con la editorial (Rialp) y con la vicepostulación.... Cada novedad se la contaba Isabel a don Álvaro. En junio de 1993, por fin, don Álvaro le agradeció por carta a Isabel los dos ejemplares de Historia de un sí que acababa de recibir.

Mover a que se diga ‘sí’
Pienso que, desde el cielo, nuestro Fundador se habrá alegrado por esa obra y le recompensará con su poderosa ayuda. Además, intercederá eficazmente ante Dios, nuestro Señor, para que el texto y los dibujos de esas páginas sean un buen instrumento para remover las almas de las personas que las lean. Esto le escribía don Álvaro en 1993, y se ha cumplido.

Actualmente, hay ediciones de Historia de un sí en castellano, catalán, portugués, italiano, inglés, francés, alemán, holandés, polaco húngaro, chino (ediciones para Singapur y para Hong-Kong, Macao y Taiwán) y japonés. Sabe que Juan Pablo II recibió el ejemplar en polaco que le envió en el año 2003.

A través de las cartas que llegan a la editorial, Isabel constata la verdad de las palabras de don Álvaro. "El objetivo de la biografía era muy evidente: facilitar que, a partir de las respuestas afirmativas de San Josemaría a la voluntad de Dios, cada lector pueda hacer de su vida otra historia de un sí al amor, a Dios y a los demás".

En un colegio de Córdoba, por ejemplo, los alumnos de 11 y 12 años realizaron un trabajo de comprensión lectora con Historia de un sí. Sus conclusiones eran de lo más diverso: "Me ha parecido un libro que te hace comprender cómo creer en Dios. Y también, que cuando estés en un apuro escuches la Santa Misa, como cuando ellos estaban cruzando los Pirineos"; "el libro me ha hecho pensar muchas cosas. Yo creía que mi vida era dura, pero después de ver la vida de don Josemaría pienso que soy afortunado donde los haya"; "he aprendido el respeto que hay que guardar con los padres, la importancia de usar bien el dinero y, sobre todo, el amor que hay que tenerle al Señor".

En San Salvador (El Salvador) se publicó por entregas con el periódico dominical, con entrevistas a niños y niñas que explicaban cómo acudían al entonces Beato Josemaría para encomendarle sus problemas y rezar por sus familias y amigos.

La última noticia le ha llegado de una religiosa que vive y trabaja en un país africano. Le cuenta lo siguiente: "Estamos leyendo el libro de la vida de San Josemaría Escrivá, yo me lo leí en cuanto llegué a Guinea y tengo que decirte que no había leído nada de este santo y me llevé una grata impresión. Pienso que de pequeño le tocó sufrir mucho con la pérdida de sus hermanas y de su padre; si no hubiera sido un muchacho de mucha piedad y serenidad quizás habría reaccionado mal. Se ve cómo él siempre busca la voluntad de Dios, no quiere hacer la suya.

Este libro lo leemos en los ratos de Lengua Castellana en el internado. Las alumnas hacen un resumen de cada lectura y así a final de curso tendrán un librito que les servirá para recordar la vida de San Josemaría. También lo leen a ratos porque lo tengo en la biblioteca y por la noche después de cenar tienen un rato para lectura. Me dicen que les gusta mucho".

Las alumnas envían algunas cartas a Isabel. Le cuentan, por ejemplo, que algunas no han recibido todavía la primera comunión y les gusta leer el pasaje de cuando Josemaría recibió la Eucaristía por primera vez. De este modo, tanto el sí de San Josemaría como el sí de Isabel están dando fruto en la vida de niños de todo el mundo.

copiado de http://www.es.josemariaescriva.info

lunes, 12 de julio de 2010

La ética en el fútbol

Si el gol que Diego Armando Maradona metió con la mano a Inglaterra en el Mundial de México 1986 encabeza el ranking de las trampas cometidas en un partido de fútbol profesional, en el último Mundial, se han incorporado a esta lista otras acciones.

La primera, en la fase clasificatoria, el gol con la mano logrado por Thierry Henry, que permitió a Francia ir a Sudáfrica en detrimento de Irlanda; y la segunda, el comportamiento del portero de la selección alemana, Manuel Neuer, que después de ver cómo un balón lanzado por el jugador inglés Frank Lampard rebasaba la línea de gol, engaña al árbitro sacando de portería como si nada hubiera ocurrido.

A las dificultades propias del juego a las que debe enfrentarse un árbitro se suma la poca honradez de algunos jugadores que pretenden engañarle. Cuando estas acciones condicionan un resultado importante, la opinión pública vuelve a abrir el debate sobre si los jueces deportivos deberían recurrir a las imágenes de televisión para tomar algunas decisiones. Se reflexiona sobre cuál es la mejor manera de ayudar al árbitro a juzgar con mayor acierto –televisión, más asistentes, balones inteligentes, etc.–, pero nunca se discute ni se sanciona, salvo que se trate de una agresión física, el comportamiento poco honrado de algunos jugadores.

Así, el filósofo Peter Singer se muestra sorprendido cuando futbolistas como Henry o Neuer admiten abiertamente haber engañado al árbitro y rehúyen pedir perdón o asumir una responsabilidad que trasladan exclusivamente al juez en cuestión. “¿Por qué el hecho de que alguien pueda salirse con la suya ha de significar que no es culpable? Los jugadores no deben estar exentos de la crítica ética y de una sanción pertinente por lo que hacen en el campo, como tampoco lo están por engañar fuera: por ejemplo, tomando medicamentos que mejoren su rendimiento”, plantea Singer en su artículo “Is It Okay to Cheat in Football?”.

El ejemplo está en juego

Tanto la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) como otros organismos internacionales de naturaleza deportiva deberían centrarse más en impulsar los comportamientos honrados. El fair play de los jugadores es una de las mejores maneras de facilitar la labor de los árbitros. Las trampas o engaños deben ser rigurosamente sancionados, no sólo en el transcurso del partido cuando el juez los detecta, sino después, cuando la tecnología permite demostrar los que pasaron desapercibidos en el terreno de juego.

La repercusión mediática de un Mundial de Fútbol es tan grande que alcanza también a miles de niños que sueñan con emular en el futuro a sus ídolos deportivos. Por esa razón, la responsabilidad de un jugador no debe limitarse al juicio del árbitro. “El juego transciende en cierto sentido la vida cotidiana; pero, sobre todo en el niño, tiene aun antes otro carácter: es una ejercitación para la vida, simboliza la vida misma. Los jugadores pasan a ser símbolos de la propia vida. Eso mismo actúa retroactivamente sobre ellos: saben, en efecto, que las personas se ven representadas y confirmadas a sí mismas en ellos”, escribía sobre el Campeonato Mundial de Fútbol en 1985, el cardenal Joseph Ratzinger (1).

A lo largo de la historia del fútbol, en las ligas de los distintos países, también ha habido jugadores, entrenadores y equipos al completo que han puesto de manifiesto su honradez:

Arsène Wenger: El entrenador francés del Arsenal ofreció al Sheffield United F.C. repetir un partido, tras haber anotado Overmars el gol decisivo de su equipo después de que su compañero Kanu no devolviese el balón al rival, que lo había lanzado fuera del campo para permitir que un compañero recibiese tratamiento debido a una lesión.

Ajax de Amsterdam: En el transcurso de un partido, un jugador del Ajax quedó tendido en el campo y un adversario lanzó el balón fuera del terreno de juego para que pudieran atenderle. Una vez recuperado su compañero, otro jugador del equipo holandés golpeó el balón en dirección al portero contrario para que iniciara de nuevo el juego pero con tan mala fortuna que introdujo el balón en la portería. El árbitro concedió el gol pero el equipo holandés permitió que nada más sacar de centro un adversario empatara el partido sin obstáculo alguno.

Valter Birsa: El jugador del Auxerre francés simuló una agresión que provocó la expulsión inmediata de un jugador contrario del Marsella. Pasados unos segundos Birsa admitió al árbitro que el golpe no había sido tan grave y le permitió así rectificar dejando al jugador expulsado seguir en el terreno de juego.

Existen casos especiales como el del jugador italiano Paolo di Canio o el inglés Robbie Fowler. Conocido por su simpatía hacia la ideología fascista, Di Canio era capaz de parar el juego en medio de una ocasión de gol porque el portero del equipo contrario se había lesionado en un lance previo o de tirar de un empujón al árbitro por no estar de acuerdo con su expulsión. Por su parte, Fowler, jugador del Liverpool, admitió en el campo que no había sido penalti una entrada que le habían hecho, aunque el árbitro le obligó a lanzarlo, pero en otra ocasión celebró un gol simulando que aspiraba una raya del campo como respuesta a algunas personas que le habían acusado de consumir drogas.

Lamentablemente, los casos deshonestos adquieren una mayor repercusión. El propio Singer concluye: “¿Cómo habrían reaccionado los aficionados al fútbol, si Neuer hubiera parado el juego y hubiese dicho al árbitro que había sido gol? Neuer desaprovechó una oportunidad poco común de comportarse noblemente delante de millones de personas”. También la desperdiciaron Maradona y Henry y ahora son modelos... de pillería.

Por Álvaro Lucas de Aceprensa

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(1) “El juego y la vida: sobre el campeonato mundial de fútbol”. Texto publicado en 1985 como parte del libro Suchen, was droben ist (“Buscar lo de arriba”), de Joseph Ratzinger.

jueves, 8 de julio de 2010

Legislar contra la persona auténtica

Cuando los legisladores no tienen en cuenta la autenticidad de la persona humana, las leyes dañan a los ciudadanos y a la sociedad. Porque el hombre es un ser material, pero a la vez un ser vivo y, como tal, no autosuficiente, y por ello necesitado, capaz de tomar decisiones; y lo más importante, es capaz de ser movido por Dios, de recibir de él la fuerza vital, para tener recta conciencia. El hombre no puede contemplarse desde un punto de vista neutral, sino en su situación concreta de adhesión o de rechazo a Dios. Llamado a la comunión con él, es un ser «personal». No es sólo algo, sino alguien. No se pregunta sólo «qué» es, sino, sobre todo, «quién es». Teológicamente, en Jesucristo los hombres somos un «tú» para Dios. En la llamada de Dios a la comunión con Él en Cristo llega a plenitud nuestro ser personal, que determina a la vez nuestra irrepetibilidad y nuestro ser en relación con Dios y con el prójimo.En la teología moderna se insiste en que el hombre no «tiene» un alma y un cuerpo, sino que «es» alma y cuerpo. Por ser cuerpo existe en el espacio y en el tiempo, está abocado a la muerte. Pero, por ser alma, trasciende los condicionamientos de este mundo, es inmortal y todo esto tiene sentido, porque el hombre es ser para Dios, está referido a él radicalmente. Todo esto se niega en el «laicismo» oficial. La fe cristiana mantiene esta concepción como algo irrenunciable, porque sólo así puede tener sentido el hombre creado a imagen de Dios, llamado a la comunión con Dios en Cristo y a la configuración con Jesucristo.

Cardenal Ricard Mª CARLES en larazon.es

martes, 6 de julio de 2010

La nueva Ley del Aborto se aplica desde este lunes 5 de julio

Es una noticia dolorosa, ya un hecho, que nos invita a rezar y a hacer todo lo posible parar cambiar la situación. Os dejo un documento que trata la postura de la Iglesia Católica sobre el aborto.

¿Qué entiende la Iglesia por aborto?
La Iglesia Católica entiende por aborto la muerte provocada del feto, realizada por cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde el instante mismo de la concepción. Así ha sido declarado el 23 de mayo de 1 988 por la Comisión para la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico.

La cuestión del aborto provocado, ¿es sólo un problema científico, político o social?
Ciertamente, no. Esta cuestión es, desde luego, un problema científico, político y social grave. Pero también es, y en gran medida, un serio problema moral para cualquiera, sea o no creyente.

¿Tenemos los católicos obligaciones adicionales acerca de la cuestión del aborto, respecto de los no católicos o no creyentes?
Todo hombre y toda mujer, si no quieren negar la realidad de las cosas y defienden la vida y la dignidad humanas, han de procurar por todos los medios lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e indefensos. Pero los cristianos, entre los que nos contamos los católicos, sabemos que la dignidad de la persona humana tiene su más profundo fundamento en el hecho de ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que quiso ser hombre por amor a todos y cada uno de nosotros.
Por eso los católicos, si vivimos nuestra fe, valoramos en toda su dimensión el drama terrible del aborto como un atentado contra esta dignidad sagrada. Más que de obligaciones adicionales, pues, habría que hablar de una más profunda y plena comprensión del valor de la persona humana, gracias a nuestra fe, como fundamento para nuestra actitud en favor de la vida, ya que sabemos que el olvido de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana.

Como católica, ¿en qué incurre una persona que realiza o consiente que le realicen un aborto?
Quien consiente y deliberadamente practica un aborto, acepta que se lo practiquen o presta una colaboración indispensable a su realización, incurre en una culpa moral y en una pena canónica, es decir, comete un pecado y un delito.

¿En qué consiste la culpa moral?
La culpa moral es un pecado grave contra el valor sagrado de la vida humana. El quinto Mandamiento ordena no matar. Es un pecado excepcionalmente grave, porque la víctima es inocente e indefensa y su muerte es causada precisamente por quienes tienen una especial obligación de velar por su vida.
Además, hay que tener en cuenta que al niño abortado se le priva del Sacramento del Bautismo.

¿Qué es una pena canónica?
La pena canónica es una sanción que la Iglesia impone a algunas conductas particularmente relevantes, y que está establecida en el Código de Derecho Canónico, vigente para todos los católicos.

¿En qué pena canónica incurre quien procura un aborto?
El que procura un aborto, si sabe que la Iglesia lo castiga de este modo riguroso, queda excomulgado. El Canon 1398 dice: "Quien procura un aborto, si éste se produce, incurre en excomunión Latae sententiae"
Por otra parte, el Canon 1041 establece que el que procura un aborto, si éste se consuma, así como los que hayan cooperado positivamente, incurre en irregularidad, que es el impedimento perpetuo para recibir órdenes sagradas.

¿Qué quiere decir incurrir en excomunión?
Significa que un católico queda privado de recibir los Sacramentos mientras no le sea levantada la pena: no se puede confesar válidamente, no puede acercarse a comulgar, no se puede casar por la Iglesia, etc. El excomulgado queda también privado de desempeñar cargos en la organización de la Iglesia.

¿Qué quiere decir que una excomunión es Latae sententiae?
Con esta expresión se quiere decir que el que incurre en ella queda excomulgado automáticamente, sin necesidad de que ninguna autoridad de la Iglesia lo declare para su caso concreto de manera expresa.

¿Significa algo especial la frase "si éste -el aborto- se produce"?
Sí. Quiere decir que, para que se produzca la pena de excomunión, el aborto debe consumarse, es decir, el hijo ha de morir como consecuencia del aborto. Si, por cualquier circunstancia, el aborto no llega a consumarse, no se producirá la excomunión, aunque se dará el pecado.

En el caso del aborto, ¿quiénes incurren en la pena de excomunión?
Si se dan las condiciones que configuran la pena de excomunión, en este caso quedan excomulgados, además de la mujer que aborta voluntariamente, todos los que han prestado colaboración indispensable a que se cometa el aborto: quienes lo practican, quienes los ayudan de modo que sin esa ayuda no se hubiera producido el aborto, etc.

¿Qué razón de ser tiene que el aborto está condenado por una pena canónica tan grave como es la excomunión?
La razón de ser de esta norma es proteger -también de esta manera, no sólo con la catequesis y la recta formación de la conciencia- la vida del hijo desde el instante mismo de la concepción, porque la Iglesia se da cuenta de que la frágil vida de los hijos en el seno materno depende decisivamente de la actitud de los más cercanos, que son, además, quienes tienen más directa y especial obligación de protegerla: padres, médico, etc. Luego, cuando el niño nazca, estará ya además protegido de alguna manera por la sociedad misma.
La Iglesia ha entendido siempre que el aborto provocado es uno de los peores crímenes desde el punto de vista moral. El Concilio Vaticano II dice a este respecto: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un modo digno del hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (Const. "Gaudium et Spes").

Pero ya que en los últimos años cada vez hay más Estados que permiten el aborto, ¿no habría sido un gesto de benevolencia de la Iglesia el haber mitigado las penas para los católicos que aborten?
La Iglesia pudo haber cambiado, en la última y profunda revisión del Código de Derecho Canónico culminada en 1983, la pena de excomunión que pesa sobre los que procuran conscientemente un aborto, pero no lo hizo así precisamente porque en las últimas décadas se ha producido en todo el mundo una acusada relajación de la sensibilidad de las gentes (y también de muchos creyentes) hacia este crimen. Y si bien esta mayor laxitud social, que ejerce una presión cierta sobre las conciencias, puede disminuir la gravedad del delito en algunos casos, una atenuación de la pena habría suscitado, inevitablemente, la errónea idea de que la Iglesia considera hoy el aborto provocado como menos grave que antes, cuando, evidentemente, no es así.
La Iglesia es Madre y Maestra; como Madre, es lenta para la ira y fácil para el perdón, pero como Maestra no puede desvirtuar el depósito de la doctrina legado por Dios, y no puede decir que está bien lo que está mal, ni puede dar pie a que nadie suponga que actúa de esta manera.

¿Puede suceder que alguna persona consienta o colabore en un aborto y no incurra en excomunión?
Sí. Dado que en Derecho Canónico no existe delito si no hay pecado grave, hay circunstancias en las que no se incurre en esta pena, que requiere plena imputabilidad. Por ejemplo, no quedan excomulgados los que procuran un aborto si ignoran que se castiga con la excomunión; los que no tengan conciencia de que abortar voluntariamente es pecado mortal; los que han intervenido en un aborto forzados con violencia irresistible contra su voluntad o por miedo grave; los menores de edad...; en general, los que han obrado sin plena advertencia y pleno consentimiento.

En el caso de que un médico (o un anestesista o una enfermera), por no estar dispuesto a realizar este tipo de intervenciones, fuese despedido y padecieran necesidad él y su familia, ¿podría colaborar?
Nunca se puede colaborar de modo positivo en la comisión de un acto que va contra la ley de Dios, que hay que obedecer antes que a la ley de los hombres. El católico que se halla en esta situación tiene la obligación grave de ampararse en el derecho a la objeción de conciencia, aunque esta actitud pueda acarrearle represalias.
El profesional sanitario cristiano ha de tener presente, además, que si es conocida su condición de creyente puede provocar un grave escándalo si colabora a la práctica de abortos.
Si los familiares de ese profesional son también cristianos, tienen la responsabilidad humana y moral de ayudarle a sobrellevar las dificultades, apoyarle en sus decisiones y hacer causa común con él en esos momentos de tribulación. Y esta responsabilidad alcanza también a sus amigos y colegas, si son cristianos y quieren vivir auténticamente su fe, así como a los miembros de la comunidad católica en que el profesional sanitario se desenvuelva.

¿Y qué ha de hacer el resto de las personas que trabajan en un hospital donde se practican habitualmente abortos?
Esas personas han de poner todos los medios lícitos a su alcance para que se dejen de practicar abortos. En cualquier caso, han de negar su colaboración directa a esas acciones.

¿No es la doctrina católica sobre el aborto una dura doctrina, que muy pocos podrán seguir?
Casi con estas mismas palabras replicaron los contemporáneos de Jesús cuando oyeren su predicación. Y el mismo Jesús nos dijo que hay que seguir el sendero estrecho para llegar al Reino de los Cielos. Seguir a Cristo en Su Iglesia no es fácil, pero con la Gracia de Dios se allana el camino y se superan las dificultades, por grandes que parezcan. También nos dijo Jesús que fuéramos a Él con confianza, y Él nos aliviaría de nuestras angustias.
La doctrina católica sobre el aborto no proviene de la voluntad de la autoridad eclesiástica, sino que está fundamentada en lo más profundo de la naturaleza de las cosas queridas por Dios, que se expresa en la Ley que Él nos ha dado a conocer, y que la Iglesia tiene la misión de transmitir. Pero la Iglesia cumple también con su deber siendo el ámbito en que los cristianos pueden fortalecer mejor su fe y ser ayudados y estimulados a vivir más intensamente su vida cristiana.

¿Cómo puede levantarse una excomunión, tras haber colaborado en un aborto consumado?
Si un católico se encuentra en esta situación, debe acudir al obispo o al sacerdote en quien éste delegue. En la práctica, puede dirigirse a cualquier sacerdote, que le indicará lo que debe hacer.

¿Tienen los católicos, además de la obligación grave de no colaborar en ningún aborto provocado, otras obligaciones en esta materia?
Todos los católicos estamos llamados a una vida plena, es decir, a la santidad, y a contribuir activamente a la extensión del Reino de Dios en la tierra llevando el Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todo miembro responsable de una sociedad que se proclama civilizada tiene el deber de defender la vida y la dignidad humanas, por muchas más razones los católicos hemos de asumir esta tarea.

¿Cómo se puede hacer esto, en el caso del aborto?
El lograr que en una sociedad se respete el derecho a la vida es responsabilidad de todos en su actividad cotidiana, pues todos, con el ejemplo de su conducta, sus palabras, sus escritos, sus opiniones, su voto, la educación de sus hijos, etc., influyen en lo que se piensa, en cómo se vive Y en lo que se legisla.
Ciertamente, un papel importante corresponde a políticos, educadores y responsables de medios de Comunicación social, por la repercusión que sus palabras o sus acciones tienen en la colectividad; pero ellos, al tiempo que influyen sobre la sociedad, son influidos a su vez también por ella.

¿Qué puede hacer para influir en esta materia un cristiano corriente, un ciudadano normal que ni sale en la televisión, ni habla desde una cátedra o una tribuna pública?
Lo primero que cada uno puede y debe hacer para afirmar la vida es vivir con la conciencia de su dignidad. Sólo afirmaremos la vida de otros si nosotros percibimos la nuestra en toda su grandeza y si nuestra conducta es coherente con nuestra convicción. El ejemplo de Jesús, tomando en serio a cada una de las personas que se encontraba, debe servirnos para que todos los que se crucen en nuestra vida se sientan valorados y tenidos en cuenta como seres únicos. Una afirmación así de la vida personal en nuestras experiencias cotidianas hará posible que surja, naturalmente, la estima por todos y cada uno de los seres humanos, también los concebidos y no nacidos. Pero junto a esta actitud general, caben muchas maneras concretas de trabajar específicamente en favor de la vida:
  • Rogando al Señor por los legisladores y los dirigentes sociales en general, para que sepan comprender que los hijos concebidos y no nacidos son los más inocentes y los más indefensos miembros de, nuestra sociedad, y que, como ha dicho repetidamente el Papa Juan Pablo li, nunca se puede legitimar la muerte de un inocente.
  • No despreciando el valor moral del dolor y del sacrificio, cuyo rechazo lleva a justificar cualquier intento de acabar con lo que se cree que son sus causas, incluidos los ancianos o enfermos inútiles, los deficientes que son una carga o los nuevos hijos que pueden complicar la vida o disminuir el bienestar de la familia.
  • Acogiendo y ayudando, también económicamente, a quienes, por razón de su maternidad, se encuentran en situaciones difíciles.
  • Recibiendo con alegría, por duro que pueda ser, al nuevo hijo enfermo o deficiente que llegue a la familia, como una bendición de Dios. Es ejemplar el testimonio de numerosísimos padres cristianos en este sentido.
  • Reaccionando positivamente ante escritos públicos o programas audiovisuales que defiendan la vida humana, y críticamente ante los que la ataquen.
  • Orientando el voto hacia las alternativas que merezcan más confianza por sus actitudes ante la vida en general, y ante la cuestión del aborto provocado en particular.
  • Informando a quienes nos rodean, con caridad, pero con firmeza y claridad, de la realidad del hijo no nacido y de la importancia de defender su derecho a vivir.
  • Los médicos, en especial los ginecólogos, y otros profesionales sanitarios, empleando los medios técnicos que permiten que una madre vea en una ecografía, con sus propios ojos, al hijo en sus entrañas, moviéndose, nadando, chupándose el dedo. Se ha dicho que si el vientre de las madres fuera transparente, muchos verían la cuestión del aborto provocado de otra manera.
Son sólo algunos ejemplos que puedan dar idea del enorme campo que un cristiano tiene ante sí en relación con este gravísimo problema.

¿Es razonable pensar que un día la vida y la dignidad humanas se respetarán desde la concepción hasta la muerte?
No es posible contestar rotundamente a esta cuestión, pero hacia este objetivo deben encaminarse los esfuerzos de todos los que aspiran a un mundo justo. Las agresiones a la vida humana, especialmente de los inocentes, han tenido siempre en la historia consecuencias dramáticas. Los cristianos sabemos que cuando las personas y las colectividades han reconocido a Jesucristo, este reconocimiento ha supuesto una afirmación de la vida sin parangón con cualquier otra cultura. Por eso debemos empeñarnos en la extensión de la presencia de Cristo en la sociedad, porque de este modo los hombres reconocerán su propia grandeza y podrán vivir con una nueva conciencia propia dignidad. Con el auxilio de Jesús y de su madre, que lo concibió en su seno, y con el ejemplo nuestra propia vida, será posible trabajar mejor en defensa de este ideal.

Fuente: "EL ABORTO"
100 CUESTIONES Y RESPUESTAS SOBRE LA DEFENSA DE LA VIDA HUMANA
Y LA ACTITUD DE LOS CATÓLICOS
Conferencia Episcopal Española
Comité para la Defensa de la Vida
Madrid, 25 de marzo de 1991

lunes, 5 de julio de 2010

[Opus Dei] Carta del Prelado (julio 2010)

Hacer del trabajo una oración a Dios: este es el mensaje principal que la formación que ofrece el Opus Dei recuerda a tantos cristianos. En él profundiza el Prelado en su carta del mes de julio.

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Han transcurrido treinta y cinco años desde que, el 26 de junio de 1975, Dios llamó a nuestro Padre a gozar para siempre de su presencia en el Cielo. Como en anteriores aniversarios, innumerables personas han acudido a las Misas en honor de San Josemaría, celebradas en el mundo entero con motivo de su fiesta litúrgica. En todas partes se ha levantado hasta el Señor una intensa acción de gracias por haber concedido al mundo y a la Iglesia un pastor como nuestro santo Fundador, que es modelo de conducta cristiana y valioso intercesor en todas nuestras necesidades espirituales y materiales.
Además, la fiesta apenas transcurrida constituye una ocasión para considerar a fondo el mensaje que San Josemaría, por voluntad divina, difundió entre las mujeres y los hombres: que, con la ayuda de la gracia, podemos y debemos alcanzar la santidad —es decir, la perfección de la caridad, la unión plena con Dios— a través de la realización fiel y acabada del trabajo profesional y en medio de las demás circunstancias ordinarias de la vida.
Profundicemos en lo que constituye el núcleo de esta enseñanza: la necesidad de esforzarse por convertir el trabajo —cualquier trabajo, manual o intelectual— en verdadera oración. El Evangelio afirma claramente la necesidad de orar siempre y no desfallecer[1]; y San Pablo, haciéndose eco de esta enseñanza, añade: sine intermissione orate[2], orad sin interrupción. La recomendación tiene la fuerza de un mandato. Pero no sería posible llevarlo a la práctica, si lo interpretásemos equivocadamente en el sentido de que es preciso estar constantemente rezando, vocal o mentalmente; actuación imposible en nuestra actual condición terrena. La realización de las tareas que nos ocupan —familiares, profesionales, sociales, deportivas, etc.— exige muchas veces una atención completa de nuestra memoria y de nuestra inteligencia, un firme empeño de nuestra voluntad; y esto sin tener en cuenta la necesidad de dedicar al sueño las horas necesarias. Recuerdo a este propósito la gran alegría de San Josemaría cuando, después de haber enseñado durante años que hasta el sueño podemos convertirlo en oración, leyó un texto de San Jerónimo en el que se expresa la misma idea[3].
Pero hemos de considerar en su verdadera hondura esa urgencia del Maestro. Nos invita a vivificar la entera existencia humana, en todas sus dimensiones, con el afán de transformarla en plegaria: una oracióncontinua, como el latir del corazón[4], aunque con frecuencia no se exprese en palabras. Así lo enseñó San Josemaría a sus hijas e hijos, y a todas las personas que desean santificarse según el espíritu de la Obra. Repetía: el arma del Opus Dei no es el trabajo: es la oración. Por eso convertimos el trabajo en oración y tenemos alma contemplativa[5].
Convertir el trabajo en oración. Este intento diario de conducirnos como mujeres y hombres contemplativos, en las más diversas circunstancias de la existencia, nos señala la meta elevada, como la santidad, que —convenzámonos— se convierte en asequible con la ayuda de la gracia. «Es preciso vivir una espiritualidad que ayude a los creyentes a santificarse a través de su trabajo»[6], declaraba el Papa a propósito de la figura de San José. Sólo situando el trabajo ordinario en íntima relación con el afán de santidad, es posible para la inmensa mayoría de los cristianos aspirar seriamente a la plenitud de la vida cristiana.
Me vienen a la memoria las acciones de gracias que brotaban del alma de nuestro Padre, cuando leía las cartas de sus hijas y de sus hijos. Se removió mucho cuando un campesino, un fiel de la Obra, le decía que se levantaba muy de madrugada y ya rogaba al Señor que nuestro Padre descansara en el sueño, y añadía esa persona que luego, mientras abría con el tractor los surcos en la tierra, rezaba Acordaos y otras plegarias. Disfrutó mucho nuestro Fundador al comprobar la realidad de una vida contemplativa, en medio de los trabajos del campo.
En la carta apostólica que —invitando a la santidad— escribió al comienzo del nuevo milenio, el Siervo de Dios Juan Pablo II se expresaba de la siguiente manera: «Este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos "genios" de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno (...). Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este "alto grado" de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección»[7].
Nuestro Padre reiteró esta doctrina una vez y otra, afirmando que la contemplación no es cosa de privilegiados. Algunas personas —afirmaba de modo gráfico, para que quedara bien grabado en los oyentes— con conocimientos elementales de religión, piensan que los contemplativos están todo el día como en éxtasis. Y es una ingenuidad muy grande. Los monjes, en sus conventos, están todo el día con mil trabajos: limpian la casa y se dedican a tareas con las que se ganan la vida. Frecuentemente me escriben religiosos y religiosas de vida contemplativa, con ilusión y cariño a la Obra, diciendo que rezan mucho por nosotros. Comprenden lo que no comprende mucha gente: nuestra vida secular de contemplativos en medio del mundo, en medio de las actividades temporales. Nuestra celda está en la calle: ése es nuestro encerramiento. ¿Dónde se encierra la sal? Hemos de procurar que no haya nada insípido. Por eso nuestro retiro han de ser todas las cosas del mundo[8].
Así como el cuerpo necesita del aire para respirar y de la circulación de la sangre para mantenerse en vida, así el alma precisa permanecer en contacto con Dios a lo largo de las veinticuatro horas de la jornada. Por eso, la piedad auténtica impulsa a referir todo al Señor: el trabajo y el descanso, las alegrías y las penas, los éxitos y los fracasos, el sueño y la vigilia. Como escribía don Álvaro en 1984, «entre las ocupaciones temporales y la vida espiritual, entre el trabajo y la oración no puede haber sólo un "armisticio", más o menos conseguido; debe existir una unión plena, una fusión que no deja residuos. El trabajo alimenta la oración y la oración empapa de sí el trabajo»[9].
Para alcanzar esta meta, además del auxilio de la gracia, se requiere un esfuerzo personal constante, que a menudo se concreta en pequeños detalles: recitar una jaculatoria o una breve oración vocal aprovechando un desplazamiento o una pausa en la tarea; dirigir una mirada cariñosa a la imagen del crucifijo o de la Santísima Virgen, que discretamente hemos colocado en nuestro lugar de trabajo, etc. Todo esto sirve para mantener viva en el alma una orientación de fondo hacia el Señor, que cotidianamente tratamos de fomentar en la Misa y en los ratos dedicados expresamente a la meditación. Y así, aunque en muchos momentos estemos concentrados en las diversas ocupaciones, porque la mente se sumerge plenamente en la realización de las diferentes tareas, el alma sigue fija en el Señor y mantiene con Él un diálogo que no está compuesto de palabras, y ni siquiera de pensamientos conscientes, sino de afectos del corazón, de deseos de realizar todo, hasta lo más menudo, por Amor, con el ofrecimiento de aquello que nos ocupa.
Cuando nos conducimos con semejante empeño, el trabajo profesional se convierte en una palestra donde se ejercitan las más variadas virtudes humanas y sobrenaturales: la laboriosidad, el orden, el aprovechamiento del tiempo, la fortaleza para rematar la faena, el cuidado de las cosas pequeñas...; y tantos detalles de atención a los demás, que son manifestaciones de una caridad sincera y delicada.
Persuadíos de que no resulta difícil convertir el trabajo en un diálogo de oración. Nada más ofrecérselo y poner manos a la obra, Dios ya escucha, ya alienta. ¡Alcanzamos el estilo de las almas contemplativas, en medio de la labor cotidiana! Porque nos invade la certeza de que Él nos mira, de paso que nos pide un vencimiento nuevo: ese pequeño sacrificio, esa sonrisa ante la persona inoportuna, ese comenzar por el quehacer menos agradable pero más urgente, ese cuidar los detalles de orden, con perseverancia en el cumplimiento del deber cuando tan fácil sería abandonarlo, ese no dejar para mañana lo que hemos de terminar hoy: ¡todo por darle gusto a Él, a Nuestro Padre Dios! Y quizá sobre tu mesa, o en un lugar discreto que no llame la atención, pero que a ti te sirva como despertador del espíritu contemplativo, colocas el crucifijo, que ya es para tu alma y para tu mente el manual donde aprendes las lecciones de servicio[10].
Con la misma fuerza con que impulsaba a convertir el trabajo en oración, nuestro Padre insistía en la necesidad de no abandonar los tiempos dedicados exclusivamente al Señor: la Misa y la Comunión frecuentes, los ratos de oración mental, el rezo del Rosario y otras prácticas de piedad largamente experimentadas en la Iglesia; con tanto más cuidado y atención cuantas mayores dificultades surgen a causa de un horario apretado de trabajo, de la fatiga o de los momentos áridos que antes o después no faltan en la vida de nadie. «Tales ejercicios —recordaba don Álvaro— no han de concebirse como interrupciones del tiempo dedicado al trabajo; no son como paréntesis en el transcurso de la jornada. Cuando rezamos, no abandonamos las actividades "profanas" para sumergirnos en las actividades "sagradas". Por el contrario, la oración constituye el momento más intenso de una actitud que acompaña al cristiano en toda su actividad y que crea el lazo más profundo, porque es el más íntimo, entre el trabajo realizado antes y el que se tornará a realizar inmediatamente después. Y, paralelamente, justamente del trabajo sabrá obtener materia con que alimentar el fuego de la oración mental y vocal, impulsos siempre nuevos para la adoración, la gratitud, el confiado abandono en Dios»[11].
Dentro de pocos días marcharé a Ecuador, Perú y Brasil, para estar con mis hijas y con mis hijos, y alentar su labor apostólica. Os ruego que, como siempre, me acompañéis en este viaje con vuestra oración, con el ofrecimiento de vuestro trabajo y de vuestro descanso, los que ahora estéis disfrutando de un tiempo de vacaciones. Cuidad el trato con Dios también en esos días, recordando lo que nuestro Padre nos enseñó: siempre he entendido el descanso como apartamiento de lo contingente diario, nunca como días de ocio.
Descanso significa represar: acopiar fuerzas, ideales, planes... En pocas palabras: cambiar de ocupación, para volver después —con nuevos bríos— al quehacer habitual[12].
También en este mes se cumple el 75º aniversario de cuando el queridísimo don Álvaro respondió al Señor: ¡aquí estoy! A su intercesión confío vuestra fidelidad y la mía, para que sea diariamente enteriza, y para que me sostengáis en mis intenciones.
Con todo cariño, os bendice
vuestro Padre
+ Javier
Pamplona, 1 de julio de 2010.
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[1] Lc 18, 1.
[2] 1 Ts 5, 17.
[3] Cfr. San Jerónimo, Tratado sobre los Salmos, Comentario al Salmo I (CCL 78, 5-6).
[4] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 8.
[5] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 23-IV-1959.
[6] Benedicto XVI, Homilía, 19-III-2006.
[7] Juan Pablo II, Carta apost. Novo Millennio ineunte, 6-I-2001, n. 31.
[8] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 30-X-1964.
[9] Don Álvaro del Portillo, Il lavoro si trasformi in orazione, artículo publicado en la revista "Il Sabato", 7-XII-1984 ("Rendere amabile la verità", Libreria Editrice Vaticana, Roma 1995, p. 649).
[10] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 67.
[11] Don Álvaro del Portillo, cit., pp. 650-651.
[12] San Josemaría, Surco, n. 514.